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Reinventarse o morir

La vida sigue, pero más deshabitada. Faltan, desde el último recuento, Tony Leblanc, Juan Carlos Calderón, los cientos de obreros textiles carbonizados en su fábrica-trampa de Daca, y tantos otros, de todas partes, cuya estrella se ha apagado. Con Tony Leblanc es como si a uno se le hubiera vuelto a ir su padre. Tuvieron vidas paralelas: Madrid, guerra, posguerra, hambre, frío, sabañones, búsqueda de la vida y del pan por los aledaños del espectáculo, Celia Gámez, cine, una mujer para siempre, calvicie prematura, bondad, honradez, gracia. Con Calderón lo que se va son los fondos musicales de las canciones de juventud, aquellos magníficos arreglos que, en verdad, las arreglaban. Con los trabajadores de Daca, hacinados en naves insalubres, amontonados con sus máquinas, esclavos de ellas, de la salvaje deslocalización de las marcas occidentales y de la codicia de los patronos locales que las sirven, se va una parte de la historia del mundo que nunca será contada.

La vida sigue en Cataluña, y sigue, muy probablemente, como hasta ahora

Con el resultado de las elecciones catalanas, la vida sigue en Cataluña, y sigue, muy probablemente, como hasta ahora, tan imbuida de la tensión nacionalista, emocional, como de la rutina racional de los pueblos hacendosos. Algunas fichas han cambiado de sitio en el tablero parlamentario, más rojas y azules que naranjas, menos Mas, pero es cosa de ver si todo ello, y todo ese gasto electoral en palabras, en sueños y en consignas, se resuelve en la abolición del euro por receta, en la reapertura de hospitales y ambulatorios, en el abaratamiento de las tasas universitarias, en la detención de los desahucios, en la devolución de los ahorros secuestrados por los bancos, en el mejoramiento, en fin, de la vida de la gente. No tiene mucha pinta. De momento, solo el Barça se muestra unívoco, rotundo, popular, y más desde que el estadio del Levante presentó una alineación íntegramente compuesta por chicos de La Massía.

La vida sigue, y el mundo, España, Cataluña, tendrán que reinventarse para seguir en su estela. Tony Leblanc se hinchó a reinventarse, de boxeador a cómico, de campeón de claqué a "friqui" de Santiago Segura. Vivir es eso, así para los particulares como para los pueblos: reinventarse constantemente. O morir.

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Rafael Torres