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Por fin la libertad

La noticia de la liberación de los dos cooperantes españoles y una italiana secuestrados en los campamentos saharauis de Tinduf, en Argelia, supone una extraordinaria alegría para todos los españoles de bien, los que creen en la cooperación internacional, los que profesan un profundo respeto a los que se esfuerzan por ayudar a los demás e incluso entre quienes sin compartir el ideal de la solidaridad son capaces de entender el sacrificio personal de quienes se dedican a ella. En ESTRELLA DIGITAL nos alegramos especialmente, pues hemos seguido con un interés intenso el proceso silencioso que ha conducido desde octubre hasta la fecha de hoy.

La impermeabilidad de la administración y la prudencia de las organizaciones de cooperación a las que pertenecen los dos españoles, Ainhoa Fernández y Enric Ganyols, han sido la tónica general del largo periplo que por fin ha culminado. Los expertos en relaciones internacionales y quienes han participado como mediadores en situaciones de este tipo siempre nos han advertido de la necesaria discreción, porque que es un seguro de vida en el intercambio de negociaciones.

Aún así, junto a otros muchos ciudadanos, hemos sentido como un extraño mazazo diario el paso del tiempo sin señales objetivas del curso del proceso, y nos hemos sentido de igual modo, y a la luz de los acontecimientos lo hemos sentido muy injustamente, inquietos porque el silencio prudente se hubiera convertido en una cortina de humo precedente al olvido y al abandono. Afortunadamente no ha sido así.

Ahora, corresponde celebrar con entusiasmo esta buena noticia, pero habrá que hacerlo con dos premisas.

La primera, que esperamos que no se repitan los bochornosos comportamientos que algunos tuvieron cuestionando las acciones de negociación que el anterior gobierno tuvo en casos similares – por ejemplo, el del pesquero vasco secuestrado en las costas de Somalia- y se eviten estúpidos comentarios acerca del muy injustamente llamado “turismo solidario” que nos cuesta dinero a todos. Sepamos que, haya sido como haya sido, devolver a España a los cooperantes es un acto de dignidad que no tiene precio y menos en un país en el que las consignas del cada uno a lo suyo, sálvese quien pueda y el  “rescate” costosísimo de los bancos quebrados por gestores incompetentes, están a la orden del día: como hemos dicho en otras ocasiones estos españoles por el mundo son la mejor tarjeta de visita de nuestro desarrollo cultural.

La segunda, que hay que recordar, y hoy más que nunca, a otros españoles que sufren el infierno de la privación de libertad en manos de captores y en tierra extraña. Son Blanca Thiebaut y Montserrat Serra, secuestradas el 13 de octubre de 2011, en las cercanías del campo de refugiados somalíes de Dadaab, situado en el norte de Kenia, junto a la frontera con Somalia. Las noticias sobre este secuestro, al igual que sobre el que ha terminado en Malí, son confusas en cuanto a la naturaleza de los secuestradores pero en ambos casos apuntan a grupos armados vinculados a organizaciones afines a Al Qaeda, que trafican abiertamente con el personal de las ONGS con el fin de obtener beneficios económicos. De hecho, durante los primeros meses del secuestro en la frontera somalí, se especuló abiertamente con la posible “venta” de las cooperantes madrileña y catalana a piratas somalís.

Con estas dos premisas por delante, nuestra felicitación al Ministerio de Asuntos Exteriores, a la ONG en que trabajan, a sus amigos y familiares y a todos los que hoy somos un poco más libres.

Editorial Estrella