Última hora

Otra vuelta de tuerca: ahora las libertades

Nunca dejará de sorprenderme, por más años que cumpla, el intento de apropiación por la derecha del concepto de libertad. Ya hablemos de economía o de educación, de la velocidad o del tocino, cualquier discusión termina con una apelación a la defensa de la libertad.

Lo que nunca nos cuentan es que en su idea de libertad sólo cabe una acepción: la libertad de la minoría, la libertad del más fuerte, ya sea el empresario que impone al trabajador las condiciones laborales, los mercados que imponen sus reglas a los estados o el que impone a la mujer su maternidad.

No hay libertad sin dignidad ni justicia, y nada de ello se alcanza sin unas condiciones básicas de igualdad de todos los ciudadanos. Y estas no han dejado de menguar desde el retorno de la derecha a La Moncloa.

Tras dos años de gestión, sufrimos más paro, más desigualdad y más pobreza. Se ha expulsado a miles de estudiantes de las universidades por los recortes educativos y se ha excluido a miles de ciudadanos de una sanidad que ha dejado de ser universal y por la que se cobra cada vez, se abandona a los dependientes a su suerte y se precarizan las pensiones. Las clases medias y trabajadores sufren el castigo de subidas impositivas y recortes salariales y de sus derechos laborales. Mientras, crece el número de ultrarricos, los consejeros del Ibex se suben los sueldos y a los defraudadores se les premia con amnistías fiscales, lo cual cobra aún más gravedad a la vista del último informe de los técnicos de Hacienda según el cual el 72% del fraude fiscal lo concentran las grandes fortunas y las grandes empresas, lo que supone una pérdida recaudatoria superior a los 42.000 millones de euros -cantidad siete veces superior a lo destinado en los PGE 2014 a educación y sanidad-. Es decir, se agiganta la desigualdad social.

La ley de seguridad ciudadana busca amordazar y atemorizar a la sociedad

Ante esta devaluación de sus condiciones de vida, la sociedad española reacciona con coraje y civismo, organizándose y saliendo a la calle en mareas ciudadanas para defender el fruto de 30 años de esfuerzos compartidos. La única respuesta que recibe del Gobierno es prepotencia, desprecio y autoritarismo.

En este contexto, el Gobierno planea complementar la ofensiva neoliberal contra los derechos sociales de la primera parte de la legislatura, con una ofensiva autoritaria contra los derechos civiles y las libertades públicas en la segunda. Ni Aznar se atrevió a tanto.

Es lo que late en el diseño de una ley de seguridad ciudadana que busca amordazar y atemorizar a la sociedad conculcando su libertad de expresión, de reunión y de manifestación a base de multas y catálogos sancionadores propios del extinto tribunal de orden público.

O en la aprobación de una ley de servicios mínimos cuyo objetivo es socavar el derecho de huelga, expropiando a los trabajadores una de las pocas armas de presión que les quedan tras una reforma laboral que les ha dejado inermes ante la patronal.

También en la extensión de cuchillas en las fronteras de Melilla, como si no fuera suficiente tragedia cargar con el hambre y la necesidad como para añadirle la miseria moral de la exposición a un riesgo físico seguro.

Y en la sustitución de la vigente ley de interrupción voluntaria del embarazo por una que nos retrotraerá a tiempos predemocráticos. Como creyente, voté en conciencia a favor de una ley, la actual, que no va contra nadie ni a nadie obliga a actuar contra su conciencia. Es significativo que cuando la Iglesia trata de aggiornarse, declarando públicamente que el aborto no es su “contienda”, el PP se mantenga como guardián de las esencias más reaccionarias de esa España en blanco y negro, de peineta y mantilla.

Esta es la idea de libertad y de justicia del Gobierno. Decía Albert Camus que si el hombre fracasa en conciliar la justicia y la libertad, “fracasa en todo”. A la vista de lo que va de legislatura, y de las amenazas que se ciernen sobre lo que resta de ella, el Gobierno nos conduce al mayor de los fracasos. Su injusticia la paga nuestra libertad.

José Blanco