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Menos igualdad, más movilidad

Constituye el principal argumento izquierdista decir que el problema económico principal de América son las crecientes desigualdades.

Durante tres décadas, según esta opinión, los ricos se han enriquecido progresivamente al tiempo que las rentas de la clase media se han estancado. Este acento en el descontento económico es intencionado. Cualquier coalición política favorable a la redistribución de la riqueza que no incluya al votante de clase media fracasará. Por eso el mensaje ha sido: residentes de las afueras, uníos. No hay nada que perder menos los préstamos estudiantiles.

La respuesta de muchos conservadores ha consistido en decir que el crecimiento de las desigualdades es "un mito" y que cualquier mención del tema constituye lucha de clases.

La realidad, como es normal, es menos satisfactoria a nivel ideológico para todos los aludidos. Las desigualdades económicas entre las familias estadounidenses han crecido durante las últimas décadas -- pero una de las causas principales es el cambio en la composición de los propios hogares.

"Los hogares en régimen conyugal", escribe el economista del Banco de la Reserva Federal de Minneapolis Terry Fitzgerald, "tienen ingresos muy superiores al de los demás tipos de familias, y se ha producido un acusado descenso de las familias formadas en torno a un matrimonio... Como ejemplo extremo pero ilustrativo, piense en lo que pasaría si la mitad de todas las parejas casadas se divorcian el año que viene. La renta familiar media descendería de golpe a medida que cada familia de ingresos superiores se escindiera en dos hogares de ingresos modestos -- la misma renta se reparte entre un número mayor de hogares".

Ni fijándose en el dato familiar, la renta de la clase media ha estado estancada. A lo largo de los últimos 30 años, los mayores avances de la renta han salido del 20 por ciento de hogares más ricos -- un incremento en torno al 65 por ciento, ajustando a la inflación. Pero la renta de la clase media ha crecido también alrededor de un 40 por ciento. "Los desproporcionados beneficios de los ricos", afirma Fitzgerald, "no se traducen en que la clase media de América se halla estancado".

Los ricos son pues más ricos y los que forman la clase media son más ricos a un ritmo más lento -- mientras que el 20 por ciento de hogares de renta más modesta sólo ha visto un incremento del 18 por ciento. No es lo que se dice una situación pre-Revolución Francesa. Pero en algún extremo de esta tendencia, el incremento de la desigualdad relativa se convierte en fuente de división nacional, compartiendo ricos y pobres un país pero habitando mundos diferentes. La ciudadanía puede perder el sentido de pertenencia a una empresa nacional compartida. Y los Republicanos serán temerarios de ignorar las luchas genuinas de la clase media, a medida que tecnología y globalización reducen las esperanzas económicas de los trabajadores de formación intermedia.

Aun así, la medida más importante del éxito económico estadounidense no es la desigualdad sino la movilidad social. Las desigualdades económicas se pueden justificar en una sociedad fluida en la que el avance económico es el objetivo realista. La desigualdad económica en ausencia de movilidad económica equivale a un sistema de clases en el seno del cual las circunstancias al nacimiento constituyen la principal bendición o maldición económica.

"Habitamos una sociedad móvil", afirmaba el congresista Paul Ryan en su reciente intervención en la Heritage Foundation, "con un montón de movimientos de riqueza entre las distintas horquillas de renta". Es la autoimagen norteamericana, pero solamente es cierta en parte.

Sigue habiendo una considerable cantidad de ejemplos de movilidad económica, positiva y negativa, en el seno de la clase media norteamericana. Pero más cerca del extremo inferior de la escala de riqueza, la movilidad positiva es débil o prácticamente inexistente. Como resultado, según el colectivo Economic Mobility Project, la economía estadounidense es menos fluida que las economías de Canadá, Francia, Alemania o los países escandinavos.

El avance individual está íntimamente relacionado con los resultados educativos y la estructura familiar. Una economía que recompensa los conocimientos y las demás formas de capital humano no es buen lugar en el que ser una madre soltera que colgó los libros.

Los conservadores tienen razón al decir que la subidas tributarias a las rentas altas para financiar obligaciones sociales destinadas principalmente a la tercera edad van a servir de muy poco a la hora de abordar este problema.

Los izquierdistas aciertan al decir que una combinación entre creciente desigualdad económica (incluso si la mejora es gradual) y movilidad económica estancada constituye una invitación al clima social destructivo. Los estadounidenses aceptan las desigualdades económicas en el seno de un sistema justo. Ponen reparos cuando los resultados parecen viciados. Ahí está la Bastilla de la revolución.

De forma que la pregunta para izquierdistas y conservadores es: si la movilidad social es el objetivo, ¿cuál es la solución? ¿Qué se puede hacer para mejorar la calidad de los profesores de los centros escolares peores, para abordar la crisis del fracaso escolar, para alentar la educación superior y la finalización de la educación, para reducir el embarazo adolescente, para alentar el matrimonio estable, para promover la cultura económica, para desatar la iniciativa? Tanto Demócratas como Republicanos deberían de hacer algo que contribuya al desarrollo de este programa. Ninguna de las formaciones, no obstante, tiene mucho que decir actualmente. Y no es probable que esto cambie hasta que el debate deje de ser la desigualdad y pase a ser la movilidad social.


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Michael Gerson

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