Lecciones de democracia
Esperanzada con las futuras medidas que pronto habrá de anunciar el BCE, la Bolsa española continúa su camino ascendente mientras en dirección claramente opuesta, la prima de riesgo se contrae a lugares inhóspitos pero más satisfactorios para nuestros intereses como país. Las palabras decisivas de Draghi confirman la inquietante preocupación de muchos españoles sobre la arbitrariedad que preside la toma de decisiones en el entorno europeo y que, mientras los ciudadanos sufrimos las consecuencias de los recortes duros y extremos del Gobierno, los mercados incapaces de entender los límites de lo razonable, junto a los políticos y funcionarios de Bruselas, ignoran la verdadera dimensión de nuestro problema local que, como en todo en esta crisis, tiene efectos y consecuencias nítidamente globales.
Buena prueba de ello es que, a estas alturas, la solución de la troika a los problemas de Grecia, sus sucesivos rescates y la indecisión política del conjunto de los países europeos del Eurogrupo ante la tenaz y cabezona insistencia de Alemania en asfixiar al país heleno, terminará, previsiblemente, con la salida del euro de este país. De esta manera ya conoceremos claramente dónde está situada la famosa puerta de salida y sabremos si al atravesarla un país para abandonar el euro con la cabeza gacha, se hunde el mundo que se quiso construir con bastante ingenuidad y poca perspectiva – una vez vistos los problemas, claro está – en Maastricht.
En cualquier caso y pase lo que pase, las palabras de Draghi inspiradas por un repentino cambio de opinión, por la indicación de Merkel, por la evidencia del desastre que se alumbraba o por la canícula estival, han abierto nuevos horizontes de optimismo que han animado a la vicepresidenta Sáenz de Santamaría a afirmar con rotundidad que “no habrá rescate”.
Incapaces a estas alturas del partido de distinguir el significado de las palabras, como consecuencia del abuso indiscriminado de eufemismos y la suerte de retórica oficial que han compartido en especial sintonía gobierno y oposición socialista, mucho nos tememos que el significado profundo y real del término rescate nos estará vedado definitivamente a los que en nuestro pobre entendimiento seguimos pensando que disponemos íntegramente de nuestra soberanía, que la aportación de medidas del BCE para resolver los problemas de escalada de nuestra deuda y que las medidas adoptadas por el gobierno – recortes e impuestos a mansalva – son el producto de una política considerada desde una perspectiva local, sin intromisión ni dirección foránea, como les ocurriera a irlandeses, portugueses o griegos.
No habrá rescate, sin duda, dice el Gobierno y nosotros confiamos en ello. Pero el Gobierno debería reflexionar sobre el alcance de las medidas que adopta si insiste en defender que son producto exclusivo de su voluntad, tan distinta de las proclamas electorales y de los sentimientos de los españoles. Pensar que cierto determinismo se impondrá a la lógica de enfado de los españoles, y que las aguas electorales volverán a su cauce sin peaje alguno, es una ingenuidad al menos tan grande y tan torpe como el hecho de que la oposición piense, en otro brote determinista incomprensible, que el retorno de la confianza en el PSOE será el fruto del olvido de su paso por el gobierno, abandonando a su suerte cualquier construcción alternativa a esta política.
Y quede claro que es una exigencia moral de la democracia que haya proyectos que los ciudadanos puedan contrastar, que no haya un discurso único y que el cambio de gobierno no sea el producto de una alternancia pactada – como en el régimen del canovismo de hace dos siglos-, sino de alternativas diferenciadas que no se turnan sino que se enfrentan en buena lid en una disputa plural, abierta, reglada y justa y en la que los árbitros son los ciudadanos con sus votos.
Es inadmisible, desde un punto de vista de la ética democrática, aceptar como buenos los discursos que rechazan la defensa de ideas y proyectos autónomos frente al mensaje de la responsabilidad. La mayor responsabilidad de un partido es conservar el gobierno para hacer sus políticas y la de sus contrarios alcanzarlo para hacer las suyas, en el indudable presupuesto de que todos piensan, por definición, en el interés general de España.
Habrá que dar lecciones de democracia ahora que todos nos dan lecciones de contabilidad.
Editorial Estrella