La debilidad del Estado
Lo ha dicho el líder de Batasuna-ETA, Arnaldo Otegui, desde la cárcel de Logroño: "el Estado está débil", por lo que animó a los suyos reunidos en un mitin electoral en Baracaldo a dar la batalla, para "vaciar las cárceles y llenar las calles". Otegui -ese "hombre de paz", según definición del expresidente Zapatero- será cómplice de los terroristas, pero no tiene un pelo de tonto y por eso hay que poner en valor sus palabras referidas a la debilidad del Estado para avanzar hacia la independencia. Todo esto dicho además en puertas de unas elecciones vascas, las del próximo domingo, en las que las encuestas apuntan a que el Parlamento Vasco que salga de las urnas tendrá el mayor número de diputados independentistas de su historia: entre 45 y 50 de un total de 75 sumando los escaños que saquen el PNV y EH-Bildu.
Solo desde esa debilidad se explica asimismo la agresividad verbal que cada día aumenta en Cataluña, fundamentalmente entre los líderes de CIU. Un día, Artur Mas proclama que en la próxima legislatura habrá referéndum "sí o sí", es decir, que le importa un bledo cumplir con la legalidad que imposibilita una consulta de ese tipo, para al día siguiente autodefinirse como "el servidor de una causa histórica, que es la plenitud nacional de Cataluña" o señalar que Cataluña "no sobrevivirá sin Estado propio", ocultando a los catalanes la ruina que supondría en todos los terrenos la independencia.
Quien a estas alturas quiera seguir negando la grave crisis nacional que padece España es que tiene un problema de vista muy serio. Quien piense que esto se arregla con grandes dosis de diálogo y de consenso entre el Gobierno central y los responsables políticos de las autonomías y de los partidos políticos que quieren separarse de España es que o bien no conoce a los nacionalistas o ignora lo que ha sido la historia reciente de nuestro país. Porque los nacionalistas, tanto vascos como catalanes, aceptaron la transición política del 78 como un mal menor, ya que veníamos de una dictadura, pero bien se encargaron de dejar claro que sus respectivos Estatutos de Autonomía -el de Gernika y el de Sau- no eran sus estaciones de destino definitivo, sino simplemente estaciones intermedias en el camino a la independencia.
Por eso, aunque cueste dársela, tiene razón Otegui cuando asegura que el Estado se encuentra débil. Está débil el partido en el Gobierno, sin un discurso político sólido que haga frente a este reto secesionista; está algo más que débil, el otro gran partido nacional, el PSOE, con una crisis de identidad, de ideología y de liderazgo, para nada resuelto en el Congreso de Sevilla. Y está débil una sociedad, la española, muy castigada por la crisis económica y harta de una clase política respecto a la que cada día que pasa siente una mayor desafección.
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Cayetano González