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Españoles sin pitos ni flautas

Nueva matanza en Hula. Ni derecho internacional ni protección humanitaria. Los civiles sirios están sujetos a la voluntad criminal de su tirano. Los egipcios votan, decidirán entre islamistas más islamistas e islamistas menos islamistas. También están los restos de la dictadura, los votos de los coptos, y un candidato de izquierda que dice sospechar de un complot. En Siria no votan, mueren. Puede que las revistas de corazón desplieguen nuevas páginas cuché hablándonos de la belleza de la reina consorte de la presidencia dinástica de los Asad. Al corazón oficial español le gustan las reinas de medio oriente. Les dan igual las elecciones egipcias o las masacres sirias, pues desvirtúan las potencialidades de la estética de la elegancia y la belleza teñida de marrón glasé.

El mundo es esto, no hay duda. Que se lo pregunten a nuestros cooperantes secuestrados por islamistas muy islamistas, que quieren algo que nosotros tenemos y ellos no y que por eso secuestran la libertad de buenas personas que se esfuerzan por ayudar a los demás. Puede que en Siria haya gente preocupada por los demás, serán cooperantes españoles, por ejemplo; los hay de muchos países, son gente sin bandera oficial y sin himno pero llenan de orgullo a sus países. Y aunque no la oigamos, también sufren la pitada aguda y terrible de una multitud que se burla de ellos con ignorancia y desprecio, con la peor de las ignominias, con la actitud más ominosa: la de la indiferencia ante su esfuerzo y su sufrimiento.

A Esperanza Aguirre no le subleva la tragedia del secuestro de españoles que han hecho de España una bandera mundial de la solidaridad. Eso no viste, ni pita, ni es manipulable. Menuda es ella. Ella se apunta al folclore del señor Tardá, esa lacra pastosa que si me descuido envilece mi conciencia republicana, y a la indeseable fiesta de la patada. Da patadas a la oposición porque puede, que para eso tiene los escaños a su espalda; da patadas a nuestra inteligencia con su verbo de traviesa exploración por los recónditos escondrijos de la sabana mental; nos da patadas en los ojos iluminando hasta cegarnos el candil de su simplicidad ilimitada y más aún, nos da patadas con sus compañías estrafalarias en eso que llama Gobierno.

Debería haber ido al fútbol, donde las patadas forman parte del juego. En la política y en la sociedad española, las patadas nos las dan los políticos que nos toman por bobos y que nos quieren ocultar que hay españoles que han entendido la idea de la patria con mucha más inteligencia que el banal esfuerzo de la banderita en el reloj y la canción en la fanfarria futbolera, de copa y puro. Son los patriotas que nos deberían llenar de orgullo porque se entregan con sacrificio a la noble tarea de ayudar a los demás y así dignifican el idioma en el que hablan, la nación que figura en su pasaporte.

Hoy tras la matanza de Homs, muchos patriotas españoles lloran en silencio la ausencia de patriotas oficiales que eleven la dignidad de nuestra nación denunciando sin contemplaciones al maldito tirano sirio.

Quién sabe cuantos españoles de los buenos ayudan en Siria mientras el silencio oficial se desvanece hablando de pitadas. Para mí, ellos son el orgullo de mi país, España.

Rafael García-Rico/Estrella Digital

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Rafael García Rico