¿España al rescate?
Ni hubo rescate ni pasó gran cosa que definiera el nuevo rumbo de una semana básicamente electoral. Los deberes están hechos, incluidos los de los que se oponen y que cumplieron con su papel en las manifestaciones del domingo, y no hay novedades que definan escenarios distintos.
Por decirlo claramente, la pelota está en el tejado de Alemania, de su sinrazón y de la falta de cordura para contribuir a solucionar los problemas. Visto lo visto, tiene razón el Gobierno cuando se niega a pedir el rescate que le demandan porque puede verse sorprendido con un insólito rechazo o una demora humillante.
Todos los indicadores señalan que ésta es la verdadera situación y que la resolución ya ni siquiera depende de más sacrificios, que vendrán, ni de un ajuste que, pase lo que pase, habrá que hacer para salir, algún día, de este atolladero.
La desconfianza que los españoles mostramos en el futuro no es el producto de la negatividad o de la inconsciencia, todo lo contrario; la desconfianza es el producto del abandono en el que nos dejan aquellos que precisamente desempeñan su responsabilidad para ocuparse de la gente.
Queda lejos aquella cantinela de la Europa de los ciudadanos, pero los ciudadanos de Europa deberíamos volver la vista hacia las instituciones que nos atornillan e impedir que sigan ignorándonos, ya sea directamente o a través del desprecio a nuestros gobiernos. No vaya a ser que acabemos pensando que lo correcto sería que nos rescatasen de Europa, de esta Europa.