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El vello y/en el sexo

Era rubia y la tenue luz que había en la habitación no me permitía adivinar si tenía vello en su sexo o estaba afeitada. Las rubias-rubias tienen el pelo del sexo rubio.

Por eso pensé que sí. Me excitaba pensarlo. Pero al poner mi mano sobre él descubrí que no. Maldita moda. Estaba húmedo. Casi chorreaba. Tenía una tremenda calentura que exudaba para curarse. Una petición exagerada de sexo. Pero no tenía vello y a mí no me gustaban las vaginas afeitadas. Siempre me parecieron artificiales.

Dicen sus defensoras que es por higiene. Pero la higiene, a veces, no necesariamente es lo mejor para el buen polvo. Los olores siempre han formado parte de la excitación en el juego sexual. Como el vello. Como la saliva. Pero aquella rubia no tenía vello en su sexo y a mí me incomodaba.

Retiré la mano de su entrepierna y la subí hasta su cabeza. Cerré los ojos. Necesitaba tocar pelo para excitarme más y no me estaba resultando fácil.
Ella me buscaba como una loba en celo. Arriba. Abajo. De lado. Comida de pliegues. Bebida de fluidos. Pero a mí me costaba mantener la erección. No había luz pero la imagen en mi cabeza de una vagina afeitada no lo favorecía.

Al final dije que no podía. Gatillazo. Aquella tarde me era imposible mantener sexo con una nancy.

Memorias de un libertino

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