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El incendio

Cualquier gran incendio comienza siempre con una chispa, con una pequeña llama. El grado de devastación que alcance dependerá de que se hayan abierto cortafuegos de manera preventiva, de la detección temprana del primer foco, de la actuación inmediata de los medios contra incendio y de que estos sean suficientes. Cuando se producen fallos en cualquiera de los eslabones de la cadena, las consecuencias pueden ser graves. Cuando se falla en todos, llega la catástrofe.

En esta materia ni se abrieron cortafuegos, ni se detectó a tiempo, ni se usaron los medios suficientes para la magnitud de la catástrofe

La metáfora sirve para la corrupción, un incendio que está devastando la credibilidad política y arrasando la imprescindible sintonía en una democracia entre los ciudadanos y sus representantes. A estas alturas, cuando la llama ha alcanzado a todas las instituciones del Estado, desde un pequeño ayuntamiento hasta el entorno de la Corona, pasando por los principales partidos, el CGPJ, parlamentos, instituciones financieras parece evidente que en esta materia ni se abrieron cortafuegos, ni se detectó a tiempo, ni se combatió de manera inmediata, ni se usaron los medios suficientes para la magnitud de la catástrofe.

El caso Bárcenas es el paradigma. Toca al corazón del PP como el caso Filesa tocó en su día al corazón del PSOE. Las últimas revelaciones de los dos diarios nacionales más importantes de este país documentan la posibilidad de que en el PP pudiera haber existido una contabilidad B de la que no sólo se benefició el encausado, también los principales dirigentes del partido, incluso Mariano Rajoy. Mientras éste calla, María Dolores de Cospedal ha dicho que en el PP están indignados, no con lo que desvelan los papeles sino con quienes los han difundido. Es curioso que lo niegue todo cuando su partido tiene abierta una auditoria y resulta sorprendente que a la misma hora en la que decía que todas las anotaciones eran falsas, ya es mala suerte, su compañero y presidente del Senado, Pío García Escudero, reconocía que al menos una de ellas, la que se refería a un crédito que le concedió su partido.

Con permiso de la secretaria general del PP, los primeros indignados en estos momentos somos los ciudadanos, que comprendemos que en cualquier organización humana siempre se puede colar un corrupto o se pueda corromper una persona honrada, pero que no podemos entender la inacción frente a ellos. Respetamos la presunción de inocencia pero estallamos cuando la indecencia ya no es una presunción. Hoy, como ayer, el número de preguntas sigue siendo infinitamente superior al de las respuestas dadas.


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Isaías Lafuente