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¿Chavismo sin Chávez?

La irrupción de los factores biológicos altera el funcionamiento de los circuitos políticos, hasta el punto, como en este caso, de hacerlos desaparecer o transformarlos definitivamente. La revolución bolivariana era, fuese así querido por Chávez o no, un proyecto personal con una dimensión también personalista. La fortaleza electoral de su propuesta se sustentaba, en gran medida, además de en eso que se ha dado en llamar despectivamente populismo, en un afecto de los sectores ciertamente más populares hacia la figura del comandante convertido en Libertador.

La conexión de Chávez con los sectores más humildes se hizo, seguramente, a costa de dividir el país o de hacer permanecer a la clase media en una situación límite. Pero no mucho más que lo habían hecho aquellos otros que gobernaron Venezuela durante decenios con una mano de hierro para reprimir al pueblo y otra de guante blanco para vaciar, mediante un tosco y ordinario saqueo, la hacienda pública.

La conexión de Chávez con los sectores más humildes se hizo a costa de dividir el país

El cinismo y la doble moral son malos consejeros, y algunos que se rasgan las vestiduras con el presidente fallecido deberían recordar que él nunca hubiera llegado al poder electoralmente si antes no hubiera habido un sistema corrupto y podrido que empobreció, humilló y arruinó al país creando las condiciones necesarias para que este Chávez, o cualquier otro, aparecieran con su teatralidad incluida para barrer en las urnas a cualquier adversario que se asociara a lo políticamente correcto.

El personaje, controvertido hasta en el momento de su muerte, pasará sin duda a la historia, si no lo ha hecho ya y seguramente la continuidad de la llamada revolución bolivariana, entre castrista y cristiana, se verá pronto fagocitada por los asuntos de la realidad inmediata. El viaje emprendido desde aquel fallido golpe de estado contra Carlos Andrés terminará pronto, si no la hecho ya, y quién sabe si será con el retorno de aquella casta gobernante, la que se sumergía en Johnny Walker mientras contaba los beneficios del negocio del poder. Negar que el éxito original de Chávez se basó en el desprecio social a la política tradicional y en la necesidad más primaria de esperanza del pueblo venezolano, sería no haber entendido nada, una vez más, de este fenómeno político.

Puede que las elecciones creen un actor secundario para un segundo capitulo de este drama, o puede que la historia haya calado en la conciencia cívica de la sociedad venezolana y que desde ella, en toda su amplitud, se asuman nuevos caminos de democracia y libertad, justicia y equidad que no dejen olvidado, una vez más, al sufrido pueblo venezolano. Porque entonces, que nadie tenga ninguna duda, volverá otro Chávez, y quién sabe cómo será esta vez.


Rafa García-Rico - en Twitter @RafaGRico - Estrella Digital

 

 

 

Rafael García Rico

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