Catalunya vota, Mas retrocede
Catalunya votó masivamente. Por encima de la participación de todas las elecciones autonómicas habidas desde 1988, hace veinticuatro años, y votó con la pluralidad que caracteriza el sentido de participación de los catalanes. Lejos de arredrase por una campaña que terminó cubierta de fango, la ciudadanía de Catalunya se expresó en las urnas dando el ejemplo de interés de la política que la política no ha tenido por los ciudadanos a la hora de explicar limpia y claramente el contenido de sus programas.
Con esta convocatoria, el President Mas ha polarizado el espectro político y no ha logrado rentabilizar para su partido la radicalización del discurso nacional. Esa es la lección más importante de este proceso. Un amplio margen de la base electoral nacionalista ha preferido entregar su voto a opciones que configuran el sentimiento soberanista como una verdadera seña de identidad de su proyecto, y no han querido creer que el líder de CiU hará el camino de la independencia sin la presión parlamentaria de las opciones más radicales.
Lo que es cierto, en cualquier caso, es que la cámara será más nacionalista. Y que para Mas este ha sido un viaje con poca rentabilidad personal y con menos aún para su partido. Y que la aritmética definirá cómo serán los pactos futuros o si CiU optará por la llamada geometría variable, aquella suerte de ingeniería parlamentaria que le funcionó bien a Zapatero.
¿Será Mas capaz de seguir su viaje soberanista después de este viaje a ninguna parte? Su estrategia ha sido errónea, ha perjudicado a los intereses de su partido, lo ha arrastrado a una dinámica como la de Ibarretxe, y lo ha dejado a los pies de fuerzas ideológicamente opuestas a su política liberal. ¿Podrá seguir con los recortes sin el apoyo del PP? ¿Se rebelarán Durán y Unió contra esta política equivocada?
¿Qué hará ERC? ¿Aceptará la estrategia soberanista como motor de un acuerdo por encima de las diferencias políticas en la gestión económica de la crisis?
Mas ha ganado perdiendo, o ha perdido ganando. Ha metido a su CiU en un callejón oscuro y complicado, y será difícil determinar cuáles serán los fundamentos de una política de estabilidad para el futuro inmediato.
Por otra parte, parece que la actuación del Ministerio del interior, la vicepresidenta Soraya o el ministro Montoro secundando las denuncias planteadas por un diario madrileño, han contribuído a reducir el peso específico de CiU, pero no han ayudado en absoluto al despegue potente del PP y han servido para afianzar la escalada de ERC, como partido "inmaculado" defensor del mismo proyecto independentista de Mas.
Veremos.
Editorial Estrella