Asomarse al futuro
Hemos pasado los cien días de gobierno, dos elecciones regionales, una huelga general y la presentación de unos presupuestos con amnistía incluida. Son muchas cosas, la verdad, y son tantas porque el tiempo en el que estamos nos obliga a todos a actuar. Ahí es donde se nos presenta esa manera de ver las cosas que está llena de táctica actitud y que nos oculta la verdadera perspectiva de la realidad que habitamos, a lo que habría que responder con estratégica inteligencia.
Nuestra economía se hunde. Se hunde no porque trabajemos poco o mal, se hunde porque la cimentamos sobre un modelo de desarrollo basado en la economía de la recolección inmediata. A diferencia de nuestros antepasados que construyeron en algunas regiones una economía industrial avanzada para su época en nuestra piel de toro, en los últimos decenios hemos apostado por lo facilón: sol y playa, ladrillo y especulación. No podemos hablar de desindustrialización a favor del pelotazo porque para ello muchas de nuestras provincias deberían haber tenido fábricas y grandes empresas. De las manos muertas pasamos al ladrillo sin mayor gasto de viaje.
Ahora, sumidos en la crisis ajena y en la falta de crédito para mantener la ficción inmobiliaria, nuestra industria aparece con toda su magnitud: no hay. Y nuestros avezados políticos nos proponen reajustar nuestra economía con la vana esperanza de que salgamos adelante con una lenta recuperación. Es imposible y lo es porque mientras tratamos de ajustar el rumbo, el resto del planeta ya transita por escenarios nuevos y realidades emergentes. El cambio de ciclo coincide con el cambio de modelo productivo. Y mientras aquí seguimos ocupando silenciosos y cadenciosos nuestro puesto en la montería, en el resto del globo globalizado ya se exploran y se asientan nuevas realidades económicas basadas en el desarrollo tecnológico, la economía de servicios y del fruto de la innovación. Estamos metafóricamente pasmados ante la máquina de vapor de Watt o ante su aplicación ferroviaria, recociendo los ladrillos de siempre y maldiciendo que un ser humano no puede soportar la velocidad y mucho menos responder a la pregunta de para qué ir tan rápido. Total, que nos quedamos atrás por quedarnos quietos.
Luchamos por mantener nuestro poder adquisitivo y por garantizar servicios básicos pero desoímos las oportunidades que se encierran en las invenciones del nuevo siglo que esconden en su interior nuevas y prolijas oportunidades de calidad de vida, acceso al conocimiento y transmisión de la información que quizá sean los pilares de una nueva reorganización social que diste mucho de esta idea interiorizada hasta la médula de perseverar en reconstruir lo que ya no tiene arreglo.
Aplaudo con energía a quién pelea por mis derechos como ciudadano o como trabajador y yo me uno a quienes desde una visión crítica de la política se oponen a las medidas más duras e innecesarias de este nuevo reformismo que se plantea para luchar contra la crisis, me opongo al desmantelamiento de la estructura social del Estado, es mi forma de pensar. Pero quiero que alguien se asome de una vez a las ventanas del futuro para que luego me cuente hacia donde podemos caminar, que interprete lo que vea con claridad y que construya un discurso con el que asentar no sólo los principios materiales de lo que hay, sino también proponer las nuevas ideas para que lo que venga, que vendrá, no lo haga viciado ya en origen por falta de atención suficiente. No quiero resistir, quiero progresar, avanzar al futuro.
Los cambios objetivos que producirá la revolución tecnológica en marcha no son necesariamente un bálsamo para las heridas de hoy, pero tampoco tienen que ser una amenaza que nos asuste y, desde luego, en ningún caso algo que podamos despreciar. Hace falta que alguien empiece a trabajar perfilando la forma en la que el conocimiento, la innovación, el talento y la información colocadas en el orden inteligente redunden en bienestar, calidad de vida, estabilidad, seguridad y felicidad. Como los buenos equipos de baloncesto debemos defender tanto como atacar, y atacar con rotundidad e inteligencia la comprensión de un futuro que, si no, no nos esperará.
Rafael García Rico-Estrella Digital
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Rafael García Rico