Hoy da comienzo la sesión de investidura de Núnez Feijoó, una investidura con trampa, abocada al fracaso desde el primer minuto. El líder del Partido Popular aceptó la propuesta a sabiendas de que no iba a prosperar. No pretendía tratar de formar gobierno sino ganar tiempo para sobrevivir políticamente y salir del estado de shock y ensimismamiento en el que entró su partido tras los resultados electorales del 23-J.
Desde que el pasado 22 de agosto, el rey Felipe VI, dentro de sus funciones constitucionales, decidió proponer a Núñez Feijóo como candidato a la investidura, hemos asistido a un ejercicio de enorme confusión por parte del Partido Popular, con una sucesión de declaraciones y anuncios acompañados de giros argumentarles y rectificaciones de difícil explicación en algunos casos.
Feijóo empezó asumiendo la responsabilidad de intentar gobernar exigiendo que no hubiera bloqueos, argumentando de manera torticera que siempre ha gobernado el candidato más votado. Nada más lejos de la realidad, la Constitución deja meridianamente claro que no gobierna la lista más votada, sino quien logra suficientes apoyos entre los partidos con representación parlamentaria. ¿Cómo explicar si no, que el PP gobierne en Extremadura o Canarias pese a no ser la lista más votada el 28-M?
Seguidamente trato de negociar con el PNV, pese a las contundentes declaraciones de los principales dirigentes peneuvistas, rechazando cualquier posibilidad de diálogo. Un rechazo que se explica por los pactos PP-Vox y por el hecho de sentirse maltratados durante la campaña electoral.
El impacto de la negativa del PNV trajo una propuesta del líder popular al PSOE, una legislatura corta de dos años articulada en torno a seis pactos de Estado. Una propuesta poco creíble y difícil de entender: se pasa de tratar de alcanzar un acuerdo con Vox para “derogar el sanchismo” a proponer a Sánchez un acuerdo, para, además, acabar con sus propias políticas. Delirante. Esperanza Aguirre lo expresó muy gráficamente al afirmar que es difícil vender al electorado de derechas la derogación del “sanchismo” y a la vez el acuerdo con el “sanchismo”.
El penúltimo episodio desconcertante lo vivimos con la controversia suscitada dentro del Partido Popular ante la posibilidad de sentarse a hablar con Junts per Catalunya. Tras días de ruido interno y habiendo admitido contactos, finalmente Núñez Feijóo rectificó y renunció a sentarse a hablar de su investidura con el grupo catalán, dejándose por el camino nuevos jirones de credibilidad, al tener que explicar por qué el PP puede negociar con Junts y Puigdemont, mientras que si el que negocia es el PSOE, ello supone una traición a España.
Todos estos episodios no hacen sino poner de manifiesto y subrayar dos cuestiones.
La primera, la incapacidad popular para tejer alianzas más allá de Vox. Lejos quedan los tiempos en los que el PNV facilitó los gobiernos de Aznar y Rajoy. Feijóo ha pagado el precio de sus apoyos a Vox. El aislamiento del PP no tiene que ver con ser de derechas, sino con dar pábulo a una versión involucionista e integrista del pensamiento conservador.
La segunda, la desorientación del líder del PP, con continuos vaivenes estratégicos y más volcado en ejercer como futuro jefe de la oposición que como candidato presidencial. Sería deseable que Núñez Feijóo se presentara ante el Congreso con un programa de gobierno para tratar de ganarse el apoyo de los grupos y no incurriera en el error de convertir su investidura en una moción de censura a Pedro Sánchez. Veremos.
Cuca Gamarra insistía hace un par de días en que la investidura de Feijóo más que “necesaria”, “ahora es imprescindible”.
Lo que es imprescindible es terminar de una vez con este tiempo estéril de parálisis e inacción al que nos ha llevado Núñez Feijóo y volver a seguir construyendo la España de la igualdad, el diálogo y el entendimiento.