sábado, abril 20, 2024
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El islam y el humor

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Las religiones nunca han sido grandes amigas del humor ni de la risa. Cualquier chiste estaba siempre en el borde de la blasfemia o el pecado. Sólo los judíos, con su gusto autodenigratorio y esa vena hebraica de humor y melancolía, consiguieron hacer de aquel una forma de escribir o actuar, como Sholom Aleichem, Groucho Marx, Jerry Lewis o Woody Allen.

En el cristianismo prevaleció durante siglos la visión del crucificado, la tensión inquisitorial, la pesadumbre, el temor y la culpa. Pero eso no quitó el chiste, la burla y el buen humor, en España desde el Arcipreste de Hita, por lo menos.

El Islam no ha sido precisamente una religión de la alegría, del buen humor ni del humor a secas. Omar Khayam, el rey sevillano Al Mutamid (desterrado a Marruecos por los integristas) o Ibn Hazm de Córdoba parecen excepciones en un mundo dominado por lo sombrío, lo pecaminoso y lo prohibido. El hecho de no admitir la representación humana, la hace aun más impermeable, pues todo es considerado caricatura irreverente. Tampoco tuvieron teatro, burla y comedia. Les falta lo jocoso.

Quizá por ello, por esa pesadumbre pesimista, el nihilismo del resentimiento compartido entre una izquierda post leninista y los radicales islámicos, ha hecho fortuna en una Europa en crisis de identidad y de confianza. No es de extrañar que en la izquierda europea todo lo que ataque a Occidente sea considerado justificado. Los dandys intelectuales desde Bardem a la excrecencia anecdótica del tal Willy Toledo, se sienten más a gusto en la islamofilia antiisraelí- que en la Ilustración, la razón y el espíritu de apertura.

Charlie Hebdo, como el danés Jyllands-Posten, eran los blancos perfectos: no sólo critican al Islam (y a todo el mundo, no se salva nadie), sino que encima hacen mofa, sátira, broma, chiste, se lo toman a chacota. Es el supremo insulto: tomarse a broma los ritos, los mandamientos y los dioses.

Para curarse de tanta pesadumbre, dejen por lo pronto entrar y participar a las mujeres, lo que animaría la vida cotidiana; como la marroquí Fatima Mernissi ha demostrado Corán en mano, su exclusión es un puro invento de los clérigos más reaccionarios –y vagos- que casi siempre han dominado el discurso religioso musulmán.

¿Y si el Islam, se hiciera más tolerante, más alegre, más risueño? No es ello incompatible con el Corán. Las mezquitas y los imanes precisan de una enorme dosis de humor, de no tomarse tan en serio, de no afectar siempre ese tono de pesadumbre, gravedad y seriedad. Islam quiere decir paz. Sonrían, están siendo filmados.

Jaime-Axel Ruiz Baudrihaye

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