sábado, abril 20, 2024
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Los criminólogos, perplejos ante los corruptos

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Una gran confusión recorre el mundo de los criminólogos. Ni Beccaria, ni Lombroso, ni Garofalo, ni José Ingenieros, ni tantos otros científicos y pensadores expertos en Derecho penal, lo tendrían hoy claro. Un tintero se ha volcado sobre sus doctos y certeros papeles. Ni causas ni motivos, ni culpa ni redención, nada encaja con estos magníficos y arrogantes delincuentes que proliferan en la piel de toro, en libertad bajo fianza casi todos. Todo se ha emborronado y embarullado.

Hace más de cien años, se pensó que los malhechores respondían a un tipo morfológico y sociológico. Ello explicaba por qué tenían mentes torcidas y eran, pervertidos que asesinaban, estupraban, robaban. Era fácil, se escogía a unos cuantos degenerados, se sacaban unas conclusiones, unos supuestos comunes denominadores y se les catalogaba. Todos tenían aspecto patibulario y parecía haber una predestinación física en el criminal. Luego, con la psicología, se profundizó en las causas del crimen y en la perversa mentalidad del encausado. Y de paso se crearon esas teorías exculpatorias de infancias horribles que justifican al asesino, al violador y al pederasta. Pero en realidad seguíamos aplicando catálogos, etiquetas, formularios, que siempre son tranqulizadores.

Hoy ni siquiera responden a los patrones de los ladrones de guante blanco, gentlemen astutos y aprovechados. Son peores, son políticos, sindicalistas, alcaldes, que no les faltaba de nada y que se suponía representaban al pueblo.

Estos delitos crean alarma social y, sobre todo, desmoralización; son de lesa patria, pues no han engañado sólo al prójimo sino al país entero y se han quedado con dinero público, que se había obtenido con impuestos. Y la impunidad bastante extendida, los terceros grados, el no reembolsar lo robado, no contribuyen a tranquilizarnos. El impuesto es desviado a los bolsillos de estos tipos y la base de la democracia (impuestos y voto, no taxation without representation), cae al arroyo, al sumidero, al desagüe pestilente.

Cada época tiene sus tipos. La ley seca promocionó las mafias del alcohol, los bootleggers. Nuestra democracia imperfectísima, la insuficiencia de controles (¿dónde el Tribunal de Cuentas, las Inspecciones de Servicios, la Intervención General del Estado, el Parlamento, las múltiples, flamantes y seguras de sí mismas, empresas auditoras que nunca ven nada?) y la carencia de ética, nos traen estos nuevos tipos de transgresores, por llamarlos suavemente.

La etiología del delito es importante para saber por qué se delinque. Eso puede ayudar a la rehabilitación del delincuente. Pero en este caso de los políticos es prácticamente imposible, no hay causas, no hay forma de redimirlos ni sistema penitenciario que pueda hacerlo. Son irrecuperables. La antigua clasificación de anomalías morales, anomalías intelectuales y anomalías volitivas, ya se ha quedado obsoleta pues estos corruptos congénitos tienen las tres. Y encima se ríen.

Los criminólogos precisan hoy de una nueva Guía de Perplejos, y no en el sentido que nos guiase Maimónides.

Jaime-Axel Ruiz Baudrihaye

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