Las declaraciones disonantes que hemos escuchado en las últimas horas sobre esa regulación del aborto cuya autoría intelectual se atribuye al ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, son un episodio añadido al peligroso y creciente síndrome de dispersión en el seno del Partido Popular. Lo dicen las encuestas: se está desplomando el índice de fidelidad de voto al partido en el poder. De modo que en estos momentos la re-motivación de sus votantes se había convertido en algo apremiante.
He ahí la paradoja. Moncloa puso en circulación el borrador de Gallardón justo para fidelizar a los sectores conservadores de la sociedad, con un asunto tan movilizador como la interrupción del embarazo. Sin embargo, a las primeras de cambio, han aparecido algunos brotes de insumisión que, lejos de cohesionar al partido, vienen a aumentar los problemas internos que arrastra de unos meses a esta parte.
Se está desplomando el índice de fidelidad de voto al partido en el poder
No me invento nada. Las recientes declaraciones de la delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes; la alcaldesa de Zamora, Rosa Valdeón, o el dirigente guipuzcoano, Borja Semper, dejan claro que no todos los dirigentes del PP interpretan del mismo modo el compromiso electoral de cambiar el modelo de la actual regulación del aborto «para reforzar la protección del derecho a la vida». Aunque sólo sea por entender que también la mujer tiene derecho a la vida y es el caso que 47.000 mujeres murieron en 2012 por abortar clandestinamente en países donde la interrupción del embarazo es ilegal. No es el caso de España a la luz de la legislación vigente, aunque puede llegar a serlo a la luz de la legislación que el Gobierno Rajoy quiere llevar al Boletín Oficial del Estado.
Si nos remitimos al caso Bárcenas son clamorosos los desmarques y discrepancias
Pero, insisto, no es el único asunto que hoy por hoy divide por arriba al PP. Véase, por ejemplo, lo que ha venido ocurriendo en relación a la sentencia de Estrasburgo sobre la doctrina Parot: cuando las victimas del terrorismo se manifestaron en contra de la misma no todos los dirigentes fueron recibidos de igual modo. Hubo abucheos para la dirección oficial (el chaparrón le cayó a González Pons), pero muchos aplausos para dirigentes del PP madrileño (González y Aguirre) y los seguidores del ex ministro Mayor Oreja.
Si nos remitimos al caso Bárcenas son clamorosos los desmarques y discrepancias sobre la gestión del escándalo. Visualizadas en las respectivas posiciones de la vicepresidenta del Gobierno, Sáenz de Santamaría, por un lado, y la número dos del partido, Dolores de Cospedal, por otro. Por no hablar de la pluralidad de posiciones entre los «barones» del PP respecto al modelo de financiación autonómica. O las posturas claramente enfrentadas del ministro Montoro y el presidente madrileño, Ignacio González. Mucho más reciente está el choque entre el mismo ministro Montoro con el titular de Industria, José Manuel Soria, por cuenta de la factura eléctrica. Tema vivo y abierto donde los haya.
Antonio Casado