martes, abril 16, 2024
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Rubalcaba y el portero de Thaití

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Hace mucho que no nos identificábamos tanto con alguien, y los brasileños, tampoco. A Roche, el esforzado y encantador guardameta de Tahití, le metieron diez goles como diez panes, pero habrían sido veinte si la selección española, impregnada del sentido caballeresco que del deporte y de la vida tiene su entrenador, se hubiera ensañado con él como el Estado, el Gobierno, se ensaña con nosotros, con la gente tranquila y normal que no roba, que no estafa, que no maquina para alterar el precio de las cosas, que no defrauda a Hacienda, que no quiebra bancos, que no dicta leyes ominosas, que no conduce en sentido contrario, que no prevarica, que no malversa, que no engaña. Roche, el portero de la maravillosa selección de Tahití, compuesta por aficionados que viven de sus trabajos, hizo lo que pudo, pero lo que no pudo, como los españoles o los brasileños, fue invertir la deriva, la histórica deriva hoy realimentada, de laminación total de los débiles.

Los brasileños no vibran con esa marcianada de la Copa Confederaciones, sino en las calles reivindicando justicia social y reparto de la riqueza

Los brasileños, la mayoría de los cuales vienen al mundo con un balón debajo del brazo, no vibran estos días con esa marcianada de la Copa Confederaciones, sino en las calles reivindicando justicia social y reparto de la riqueza ante la evidencia de que se la reparten los ricos íntegramente. Hasta los Ronaldo, Neymar, Romario o Rivaldo, dioses del imaginario futbolero popular, se suman a esa insurgencia general por los derechos elementales, cuales son los del trabajo, la vivienda, la sanidad y la educación, una insurgencia que, de seguir así las cosas por estos lares, de seguir esta acción socavadora, destructora, de cuanto los españoles ganaron para sí en los últimos decenios, se acabará trasladando, antes o después, a nuestro país.

Porque el cauce natural en una democracia, la asunción y defensa de las demandas populares por parte de la oposición, también parece cegarse para los ciudadanos con la última astracanada de Rubalcaba, la de enrocarse suicidamente con el PP con el único propósito de salvar ese bipartidismo tan nefasto para la nación. Si la Fiscalía, la institución que debiera velar por el cumplimiento de la ley, no está con quien debe, la sociedad española estafada, saqueada, arruinada y hundida, el principal partido de la oposición traicionando sus funciones elementales y los grandes delincuentes en la calle, ¿cómo podrán evitarse las consecuencias de ese quedarse a solas la gente con su desesperación?

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Rafael Torres

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