jueves, abril 25, 2024
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Es ahora o nunca

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Nada tiene que ver una nación seguramente muy hermosa, con el dicho que ha provocado lo accidental de su nombre: salimos de Guatemala y entramos en «Guatepeor». Me niego a admitir esa especie de juego de palabras para definir la realidad de la España de hoy aunque todo haga pensar que realmente estamos mal y podemos ir a peor. Bruselas pronostica un fututo nada halagüeño: más déficit, más paro, más recesión; esa especie de cosas que son las agencias de clasificación, nos colocan al borde de la basura; el déficit y el crecimiento parece maquillados -nunca se sabe-; sigue la particular cruzada de Bárcenas -a cuyo domicilio ha subido por fin la policía aunque aun se ignore para qué- con inútiles comparecencias ante notarios; lo de Urdangarin se complica y complica cada vez más; el jefe del PSC pide nada menos que la abdicación del Rey; todo un historiador como Oriol Junqueras anuncia que España perderá Cataluña como perdió Cuba, Portugal y Holanda; a Rubalcaba le suspende en el debate más del 60 por ciento de los votantes del PSOE; el PP siguen a lo suyo liberalizando y ayudando a emprendedores pero sin querer mirar su propia radiografía; y para los que aún creían en cuentos de hadas, Amaiur equipara el asesinato de Buesa y su escolta con dos víctimas etarras. El horizonte no es del todo bueno, para qué engañarse, aunque es cierto que empiezan a sonar voces -no cercanas a Génova necesariamente- que animan un poquito sobre lo que pueda empezar a ocurrir en 2014. Y así son las cosas y contarlas de otra manera sería mentirnos, una vez más, inútilmente y con las muy graves consecuencias que trajo la miopía absurda o el buenismo, o la ignorancia de Rodriguez Zapatero.

Tenemos un problema económico y humano y otro ético del que todos hablan pero nadie soluciona definitivamente

Vista así la realidad española, el problema no es sencillo de resolver. Se ramifican dos males quizás de distinta índole pero a cual más grave. Por una parte es muy posible que lleguemos al 27 ó 28 por ciento de paro y eso no ha y sociedad que lo resista porque no son guarismos simplemente, no son estadísticas para manejar en debates sino realidades tras las que se esconden dramas personales y familiares, desastres que se agravan porque la solución ni depende ya sólo de España sino de Europa aunque Gobierno, oposición y sindicatos podrían hacer muchísimo más de lo que hacen si se decidieran a trabar juntos por el bien de todos.

El otro gran mal que nos afecta es la corrupción generalizada, la impunidad con la que han actuado tatos y el silencio que han guardado muchos, demasiados, frente a esa repugnante lacra. Tenemos pues un problema económico y humano y otro ético del que todos hablan pero nadie soluciona definitivamente. El Gobierno toma medidas y parece que las ayudas a los emprendedores pueden ser positivas aunque nadie se pregunte qué pasa con los que ya han emprendido y siguen ahogados porque les falta liquidez o les sobran años. El otro problema, el de la ética, el de la corrupción amparada tantas veces por los partidos, ese va a ser más difícil de erradicar porque, como alguna vez he dicho, está ya incrustado en el sistema. Sólo un poder judicial serio e independiente y el deseo sincero de los partidos en ayudarle, podría empezar a destapar tantas cosas, que casi asusta ponerse manos a la obra. Pero o es ahora, con la que está cayendo, o no será nunca.

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Andrés Aberasturi

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