jueves, abril 18, 2024
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Lubricante, cuestión de Estado

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– Echa más…

– Está casi acabado.

– Pues gástalo, pero echa más.

Quería tener el clítoris empapado. Me volvía loca el resbalar de sus dedos cuando intentaba llegar al clítoris. Mis labios mojados chocaban con viscosidad entre ellos humedeciendo de manera brutal mi vagina. Su pene resbalaba intentando entrar y le hacía abrir la boca de placer. Todo era inercia. Resbalaba, gemía y aprovechaba para meterle los dedos en la boca, humedecerlos con su saliva y mojarle los pezones.

– Déjame entrar.

– Nada te lo impide.

– Estas muy mojada, resbala.

– Pues esfuérzate más, -le dije mientras volvía a meterle dos dedos en la boca.

– Para, para… que quiero penetrarte.

Dejé de moverme, pero me escapé de sus brazos. Completamente desnuda y completamente mojada me senté sobre el cuero verde que forraba su mesa de Nogal.

– ¡Cuidado! ¡La manchas!

– Eso quiero, para que te acuerdes de mí cada mañana y cada noche que pases en este despacho.

Sentía como mis labios resbalaban empapando la superficie de su mesa. Me abrí de piernas colocando los pies sobre ella. Cogí el bote de lubricante y apuré con los dedos los restos que quedaban. Empecé a masajearme el clítoris frente a él. Daba pequeños y discretos círculos, hasta ir abriéndolos y dejar que mis dedos consiguieran resbalar solos hasta mi interior. Arriba y abajo. Él se iba acercando. Le frené poniéndole un pie sobre el pecho. Quería que mirara mi cuerpo, quería que me mirara masturbándome. Volví a meterle los dedos en la boca. Los mojó con insistencia, generaba saliva, me lamía las yemas con ansiedad y los ojos cerrados. Ábrelos. Volví a poner los dedos sobre mi clítoris. Arriba, abajo, sin llegar a entrar… Más abajo. Los introduje con su saliva en mi parte de atrás con suavidad. Primero un dedo, haciendo círculos, luego otro, hasta ir dilatando al zona.

– Déjame. Sigo yo.

Se escupió en la mano y sin ninguna suavidad introdujo dos dedos. Empezó a masajear la zona provocándome un cosquilleo que segregaba más humedad en mi vagina. Pero se había olvidado de ella. Acababa de obsesionarse con la parte de atrás. Me bajó con brusquedad de la mesa. Me puso de espaldas, inclinó mi torso sobre el tapiz hasta aplastar mis pechos con él, me abrió de piernas, cogió mi culo y empezó a intentar penetrarme por detrás. El lubricante de su miembro se había secado dejándolo pegajoso, metió los dedos en mi vagina hasta empapárselos. Se cubrió el pene con mi humedad y empezó a introducirme su miembro sin miramientos. Estaba cegado.

– Señor ministro, en quince minutos empieza la rueda de prensa, -dijo el asistente que entraba con una fina carpeta llena de papeles.

– ¡No ves que estoy ocupado! ¡Deje eso y traígame más lubricante!

Envíe sus relatos eróticos a [email protected]

El Rincón Oscuro

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