Ya están convocadas las elecciones del 20 de Noviembre. Se terminó una legislatura marcada por la crisis económica, esa que no existía, según aseguraba el presidente del Gobierno en 2008. Es el final de una legislatura en la que hemos visto a Zapatero girar 180 grados a la derecha para mantenerse en el poder. Es más, pactar con fórceps los presupuestos de este año que se termina con los nacionalistas vascos y canarios con la intención de alargar una legislatura moribunda que le ha hecho más daño al propio Zapatero que a ningún otro político.
Pero no es solo el final de una legislatura. Con la convocatoria electoral termina un ciclo poco gratificante en el que hemos vivido unos cuantos sobresaltos por las decisiones de un gobierno que al mismo tiempo que las tomaba se arrepentía. Recuerdo la denominada ley del vino o aquello de que el Estatuto de Cataluña sería como lo dijera el Parlament o la ley de memoria histórica.
Finalizan un periodo compuesto por dos legislaturas, porque pase lo que pase el 20 N Zapatero no volverá nunca más a la Moncloa y eso es positivo para todos. La primera de ellas, además del Estatut, estuvo marcada por la negociación con ETA. Una etapa que nos deja en el recuerdo una perla difícil de olvidar. Aquella afirmación del 29 de Diciembre asegurando que al año siguiente estaríamos mejor en la lucha contra el terrorismo y al día siguiente por la mañana volaban uno de los aparcamientos de la T-4. Poco después y tras unos días inciertos el Presidente del Gobierno se plegó a lo que le venía diciendo Rajoy y terminó pactando con el PP, de nuevo, la política antiterrorista de la que se ha hablado poco en estos cuatro últimos años, salvo por aquel fleco del caso Faisán que se ha ido arrastrando hasta que la Audiencia Nacional ha bajado el listón de la polémica.
El Presidente no se escondió de la polémica con el aborto ni con la aprobación de la píldora del día después. Y no tuvo ningún problema en asegurar que no pactaba con el PP las medidas económicas porque su ideología no se lo permitía. Lo que quizá no llegó a pensar Zapatero, por la irresponsabilidad de sus palabras, es que para Rajoy también era difícil pactar, aunque el fin de ese acuerdo superaba cualquier ideología partidista. Siempre hubiese sido mejor una decisión común en bien de la sociedad en su totalidad, tengan la ideología que tengan los ciudadanos afectados.
Pero eso también se rectificó, sobre todo cuando se desechó la revisión de la Constitución para limitar el déficit por ley. Primero se negó y después se pactó de forma precipitada. Nada nuevo. La marcha atrás a estas alturas de legislatura no sorprendió a nadie.
Termina un ciclo y se va un presidente que no será recordado por sus aciertos que son escasos y, los que haya habido, han pasado desapercibidos. Un líder socialista que hubiera acertado si hubiese convocado elecciones el mismo día que decidió rebajar el sueldo a los funcionarios y recortar tantas cosas.
Es verdad que Zapatero no tiene la culpa de la crisis internacional, faltaría mas, pero es el responsable de gestionarla mal dentro de nuestro país. Es responsable de estar más pendiente de la propaganda que de la gestión; de aislar al PP que de tomar las decisiones que necesitaba España. Negoció la financiación autonómica con Cataluña e invitó a las demás comunidades a sumarse, como si el resto no tuvieran la entidad suficiente para aportar sus particularidades antes de la decisión.
Es el final de un presidente optimista sin argumentos que nos habló de cambiar el sistema productivo y para ello anunció a bombo y platillo la ley de economía sostenible que finalmente se quedó en nada.
Es el final de un presidente que deja un catálogo de errores que arrastraremos todos durante un largo tiempo, lo celebre quien los celebre el 20N.
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Pedro Fernández