El honor y la verdad debieran ser siempre conceptos complementarios; a cada honor le corresponde una verdad, y cuando el honor no resiste la verdad no se pueda cambiar ésta sino que queda magullado aquel.
Le ha ocurrido a la alcaldesa de Valencia, que puso una querella contra el diario El País para defender su derecho al honor porque este periódico publico una grabación judicial en la que Álvaro Pérez, alias «el bigotes», en conversaciones con su contable, daba cuenta de que en esa ocasión y en otras tres más, había regalado a la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, bolsos de la marca Vuitón que pueden llegar a costar más de mil euros.
La verdad es tozuda y ha dicho el juez que ha dictado sentencia que se impone al honor cuando se trata de asuntos de interés general. Y la relación de la alcaldesa de Valencia con personas implicadas en la trama Gürtel es de interés general.
Valencia ha vuelto a votar a la alcaldesa Rita Barberá. Una importante mayoría de la sociedad valenciana quiere que les gobierne una persona que está dispuesta a recibir generosos regalos de uno de lo cabecillas de una trama de corrupción. Pero no debe estar la alcaldesa muy conforme con este asunto porque quiere que se condene al mensajero de un hecho real.
La corrupción se ha sobrepuesto a la ética en la búsqueda del poder y de la fama. Los que votan a Rita Barberá conocen su relación con Gürtel, y sin embargo la quieren como alcaldesa. Nada que objetar a la legitimidad de Rita Barberá en la ocupación de ese cargo; todas las condenas morales por su relación con tan famosos presuntos delincuentes en un universo en el que la moral pública, por lo menos en el caso del PP, no es relevante para sus electores.
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Carlos Carnicero