miércoles, abril 24, 2024
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Adiós a Enrique Curiel

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Llegó a París, a una reunión de la dirección del Partido con los comunistas madrileños un joven grande, bello y entusiasta, ha dicho Santiago Carrillo refiriéndose al primer recuerdo que tenía de Enrique Curiel, que acaba de fallecer tras una rápida y trágica enfermedad. Eran los años sesenta, y el joven militante comunista ya destacaba entre los suyos, no sólo por su planta física sino también y sobre todo por su fuerza dialéctica, el coraje de su compromiso y su capacidad intelectual, de la que ha dado cuenta hasta su último aliento.

Eran aquellos los tiempos en los que no había más Partido que el PCE, y la mayúscula, ganada a pulso, representaba el extraordinario papel que esa fuerza política desempeñó en el acoso a la dictadura franquista. Eran los comunistas, de quienes, en gran medida, hemos heredado gracias a su fuerza y a su entrega sin desaliento, la democracia que ahora disfrutamos.

Hubo un tiempo, ha recordado José Bono, que también ha intervenido en el homenaje que se le ha tributado en un tanatorio de Madrid, en el que ser de izquierdas no suponía ni estar cerca del poder ni la posibilidad de acceder a cargo alguno, sino que más bien podía traer la cárcel o el exilio. Fue en aquel entonces cuando se forjaron líderes sindicales, sociales y políticos que con su honestidad y fortaleza fueron capaces de sembrar la semilla de la esperanza entre los trabajadores españoles, y a ellos se debe, también, la fuerza democrática de la sociedad para lograr que la transición tuviera la forma de un proceso que trascendiera a los salones y las moquetas y recogiera el espíritu de la voluntad popular. Enrique Curiel era, sin duda alguna, uno de ellos.

Con ese bagaje de militancia comunista, Curiel fue una referencia política de singular importancia en el transcurso de nuestra democracia, pero
lamentablemente terminó, tras haber tenido puestos de gran responsabilidad en el PSOE, sin ocupar ningún espacio relevante en los últimos años
de su vida, y por tanto se privó la sociedad española de su experiencia, su conocimiento y su capacidad política. En 2008 cerró el ciclo de sus
responsabilidades institucionales y parlamentarias. La mala fortuna y el abandono que sufrió después, al final de su viaje, es fruto, en gran medida, de la forma en la que los partidos políticos olvidan que el motor de su dinamismo no sólo es la lógica de los discursos, sino mucho más la del corazón de sus militantes.

Enrique Curiel tenía un gran corazón y por eso en el homenaje he sentido el calor y la fuerte presencia invisible de eso que podríamos llamar el alma de la izquierda. En el sencillo y laico acto de despedida vibraba con contundencia el elogio en la voz de Santiago Carrillo, llena de tristeza y de emoción, y entre las lágrimas furtivas y los ojos humedecidos, los compañeros y los viejos camaradas pudimos entrever al hombre grande, bello y entusiasta que nos decía adiós arropado por la bandera del Partido, su Partido.

Descanse en paz.

Rafael García Rico

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