La presencia pública de Felipe González en los últimos tres meses no tiene parangón con los últimos quince años desde que perdió en 1996. En el repaso de los hits ex presidenciales, las fechas de sus declaraciones son tan reveladoras como el contenido. Zapatero cambió el ejecutivo el pasado 20 de octubre. El 7 de noviembre se publicó la entrevista que convulsionó a socialistas y populares. En la reflexión más polémica sobre su mandato, González reconoció su oportunidad de volar la cúpula de ETA en Francia, no lo hizo, y duda haber hecho lo correcto. El PP y otros grupos creyeron ver la X del GAL sobrevolando el Estado de Derecho. Intervino la Fiscalía General del Estado, que no observó delito. Algunos barones socialistas – Barreda, Fernández Vara, Patxi López – manifestaron su estupor, desaprobación y desconcierto. Rafael Vera, ex Secretario de Estado de González y al que pocos jóvenes ponen cara, pudo dar con la clave: “Solo tengo una explicación, que haya intentado sacar de la línea de tiro a Rubalcaba”. Por ahí podían ir los tiros (sic). González vuelve a ser González desde que Rubalcaba es Presidente Bis.
En 2010 desprestigió a un Zapatero presidente que nunca le gustó. Ahí queda el rectificar todo el rato es de necios; es muy cargante ser optimista profesional; o el tuve el síndrome de la Moncloa a los nueve años, a éste le entró en dos. En 2011 fue el primer invitado de televisión española y pasó de lo personal a lo político; de “las malditas reformas” al sistema de pensiones y pactos de Estado. Sus tribunas sobre política y mercados van seguidas de llamativos titulares. El 11 de enero firmó “La Unión Europea en la encrucijada”, un análisis lúcido sobre la crisis financiera global. El mismo día soltó aquel “si yo apareciera en las encuestas tendría mayor valoración”. En febrero ya van dos, día 3 y 4, la primera con trampa. Después de la foto del acuerdo de Zapatero con sindicatos y empresarios, Ferraz distribuía a primera hora del jueves un argumentario interno, de unos diez folios, con las claves del pacto de pensiones. La misiva, poco habitual fuera de campaña, iba dirigida a secretarios de Estado, diputados, senadores, alcaldes etc., con la consigna del presidente, negro sobre blanco, de poner el acuerdo al nivel de los Pactos de la Moncloa. Ese día, González mandó a El País un artículo con el título ¿Cómo los Pactos de la Moncloa? Cuestionaba así públicamente lo que Zapatero mandaba defender en el mismo terreno.
Además del consejo de Gas Natural, González prepara el lanzamiento de Tagua capital, un fondo de 150 millones de euros de capital riesgo con otros 14 directivos. Si su implicación no responde a falta de trabajo, ¿A qué se deben doce semanas de titulares que superan a las anteriores setecientas veinte? ¿Una guerra de egos con Aznar? No lo parece. Aunque la vuelta de los ex presidentes tiene lecturas sociológicas. Raimundo Viejo, de la Pompeu Fabra, asegura que el caso de González, tanto como el de Aznar, si cabe, es el de una nueva figura política que todavía no ha adquirido una formalización institucional, pero que ya está ahí: el ex mandatario que marca línea extraoficialmente. No deja de ser interesante contrastar la figura del ex presidente con la de ex ministros, comenta. El eje de Chaves, Bono, Rubalcaba y otros cargos que, por no haberse quemado en el pasado, mantienen sus expectativas en activo. Si los ex presidentes son sprinter, estos serían corredores de fondo.
En clave política, algunos dirigentes de Ferraz comentan en privado que la sobreexposición de González no es en vano. Pretende reforzar a Rubalcaba y recuperar el control del partido; retomar el asalto a la Secretaria General de un Zapatero imberbe allá por el 2000, el golpe bajo que nunca perdonaron en el palacio del que no quisieron salir. Habrá que preguntar a ambos qué quieren hacer, a dónde se dirigen. Felipe ya ha dicho en nombre de quién vuelve. Por tanto, Zapatero debería revelar qué hará en 2012 igual que Rubalcaba aclarar qué tipo de batalla está librando para tomar Ferraz.
Pilar Velasco