Los beneficios del Santander
El Banco Santander aspiraba a ofrecer cinco dígitos millonarios de beneficio neto, pero las nuevas realidades han impuesto gramos de modestia y han dejado ese beneficio en 8.876 millones de euros, que a muchos les ha sonado a demasiado. Podríamos construir el caso de otra forma: imaginemos que el banco destinara todos esos beneficios a limpiar mora, dudosos y a más provisiones y que el beneficio hubiera quedado en cero, ¿qué diríamos?
Tampoco es que las entidades financieras puedan cerrar sus cuentas como les dé la gana, en la composición final entran muchos factores y opiniones, incluidos los auditores externos e incluso el supervisor que suele ser consultado (aunque eso no signifique aval alguno) antes formalizar las cuentas públicas.
¿Es mucho el beneficio del Santander? Y el argumento sirve para los otros bancos. Pues depende de las comparaciones. Parece mucho comparado con los demás grandes bancos del mundo; de hecho es el segundo banco por beneficios en el mundo (excluidos dos bancos chinos que pertenecen a otro universo), justo detrás del HSBC, el banco anglo-asiático con sede en Hong-Kong y Londres. Pero si comparamos esa enorme cifra de beneficios con los recursos gestionados o con los recursos propios del banco, las magnitudes son más normalitas.
El Santander es un banco fundamentalmente comercial, que gana el dinero con muchas operaciones, duro a duro. Para llegar a esos 8.876 millones de beneficios finales almacena una cartera de créditos a clientes por valor de 621.000 millones y unos recursos de clientes por valor de 825.000 millones. Así que la relación de beneficio neto sobre activos es del 1%, que es un porcentaje razonable para un banco. Y si la relación se establece sobre los recursos propios, sobre el valor de la empresa en Bolsa, el rendimiento es del 17%, en un momento de caída drástica (40%) de los precios bursátiles. Con las comparaciones y con la referencia de tamaño, los beneficios de los dos grandes bancos españoles parecen enormes, pero no lo son tanto.
El otro ámbito del debate se refiere a la actividad crediticia de los bancos. Botín dijo al presentar los resultados que aceptan el 75% de las operaciones que les plantean los clientes. ¿Es poco, es mucho? ¿Qué prefieren los clientes de depósito que hagan las entidades con sus depósitos a la hora de prestarlos?, ¿dirán que lo hagan con largueza y generosidad o con prudencia y tino?
La encuesta de las Cámaras de Comercio, con debilidades metodológicas que no conviene desdeñar, decía que el 80% de las pymes piden financiación y que el 17% no la consiguen. Y que del 20% que no busca financiación casi la mitad estima que no la conseguirían y por eso no piden. De manera que algo más del 20% de las pymes no encuentra financiación según la citada encuesta, dato que es similar al que relata Botín.
¿Es desmesurado que uno de cada cuatro de andantes de crédito no lo logren? Cada cual obtendrá la conclusión que le parezca conveniente. La impaciencia del ministro de Industria (reiterada con el paso de las horas) debería aconsejarle alguna consideración adicional, por ejemplo, respecto al sistema de pagos a proveedores. El 80% de los demandantes de crédito pretenden financiar circulante, en su mayor parte para hacer frente a los retrasos de pagos. Si no hubiera retraso no necesitarían crédito. Y entre quienes retrasan pagos las administraciones públicas se llevan la palma. ¿Debería el ministro de Industria advertir a los que remolonean a la hora de pagar que el Gobierno puede perder la paciencia si no pagan a tiempo?