miércoles, abril 24, 2024
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Los menores «soldados», la «cifra negra» de las bandas

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No se sabe exactamente el número de jóvenes que integran las bandas latinas -en Madrid, por ejemplo, algunas fuentes lo concretan en unos 400 y otras en 2.500-. En lo que sí hay coincidencia es en la existencia de una «cifra negra» de menores «soldados», muchos casi niños, dispuestos a «coronarse» por sus líderes.

Después de las últimas reyertas en Madrid entre los Dominican Dont’Play (DDP) y los Trinitarios, que se saldaron con dos jóvenes muertos, uno de ellos de 15 años, y varios heridos, la delegada del Gobierno en esta comunidad, Mercedes González, reiteró su preocupación por la presencia en las bandas de chicos de 14, 13, 12 y hasta 11 años.´

Una realidad que también se puso de manifiesto en la última reunión de la Junta de Seguridad de Madrid.

Tras ella, el consejero de Justicia e Interior de la Comunidad, Enrique López, propuso a la delegada la creación de un grupo de trabajo de colaboración entre la Policía Nacional, la Guardia Civil y las policías locales para trabajar en torno a colegios e institutos, donde son captados los menores.

Mercedes González recogió el guante. No en vano, dijo que, según los datos que manejan las fuerzas de seguridad, al menos cuatro de cada diez miembros de las bandas son menores, pero el porcentaje podría ser mayor.

INTEGRARSE EN LA BANDA: LO MÁS PARECIDO AL CARIÑO

Las bandas ya no está integradas solo por jóvenes latinos, pero la mayoría tiene ese origen aunque ahora lo sean de tercera generación.

Marroquíes, rumanos, polacos y, sobre todo, muchos españoles forman ya parte de estos grupos que se nutren de chavales procedentes de familias desestructuradas y de escasos recursos económicos.

Así que, como resaltan a Efe fuentes de la Unidad Central Especial UCE-3 del Servicio de Información de la Guardia Civil, que hace un seguimiento de este fenómeno, es en la banda donde estos menores reciben lo más parecido al cariño.

Reclutados en los institutos, en los parques de los barrios o en los centros de menores, estos chavales son el tercer escalón de una organización muy jerarquizada que les exige una entrega casi reverencial hasta conseguir «coronarse».

EL PAPEL DE LAS CHICAS

Y dentro de estos futuros «soldados», la banda otorga un papel específico a las chicas, también menores y cada vez más numerosas en estas organizaciones violentas.

Ellas son en muchos casos las encargadas de «engatusar» al objetivo marcado como víctima de un robo. E, incluso, de «ligarse» a miembros de las bandas rivales para obtener información.

Son pruebas de valor e iniciación que les exigen los líderes de la banda, como se las exigen también a los chicos cuando son captados y a los que les encargan misiones como guardar los machetes, las armas que están proliferando en las reyertas entre estos grupos y que están causando graves amputaciones a las víctimas.

Entre 5 y 15 euros a la semana es la cuota que estos menores tienen que pagar a la organización por formar parte ella. Una cantidad que, debido a la falta de recursos de sus familias, obtienen con robos a otros menores y establecimientos o con trapicheo de droga.

Desde su posición en la banda, los menores observan ese respeto casi reverencial a los líderes, una posición que quieren alcanzar con el tiempo. Porque su objetivo, como resaltan los expertos de UCE-3, es «coronarse».

Mientras haya caldo de cultivo, estos grupos violentos seguirán nutriéndose de chavales que, en muchos casos, no tienen en sus casas quien les controle y que, en otros muchos, no les queda más remedio que ser el sostén económico de su familia.

De todos modos, la mayoría se va desenganchando de la banda, de tal manera que, por regla general, los miembros mayores de estos grupos no tienen más de entre 30 y 35 años.

La acción policial, que se ha intensificado en este mes tras las últimas acciones violentas en Madrid que acabaron con dos jóvenes muertos -uno de 25 años y otro de 15-, no es suficiente para acabar con este fenómeno que, aunque de raíz urbana, se está expandiendo en núcleos más pequeños.

A título personal, los investigadores consultados tienen claro que la solución tiene que ser transversal. 

Sagrario Ortega

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