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Un trío raro

Siempre me apeteció hacer un trío. Estar con dos mujeres a la vez. Jugar. Sentir. Abusar. Volverme loco. Uno de mis sueños eróticos.

Como no tenía la oportunidad de hacerlo porque no lo proponía a las mujeres adecuadas o porque no debe ser nada fácil conseguirlo, decidí comprarlo. Las páginas de los periódicos están llenas de sueños de este tipo y elegí uno al azar.

Después de comprobar que se hacían tríos por teléfono me acerqué al lugar elegido. Y, como ya le había anunciado a la encargada, le dije que quería estar con dos chicas a la vez. Y así fue. Casi sin darme cuenta me encontré en una habitación con dos hermosas mujeres semidesnudas que, nada más entrar, se acercaron a mí y comenzaron a desnudarme sensualmente. Despacio. Haciéndome una especie de bocadillo entre las dos.

Después, me metieron en una bañera redonda que había en la habitación. Ellas terminaron de desnudarse y también se metieron dentro. Y debo reconocer que fue un baño breve pero placentero. Mientras una me enjabonaba, la otra me tocada. Mientras una me besaba, la otra me lamía. Mientras a una le manoseaba sus pechos, a la otra le tocaba su sexo. Era una situación placentera. Como había soñado. No excesivamente erótica pero sí deliciosa.

Unos minutos después, me enjuagaron y me secaron con una gran toalla y nos dirigimos hacia una gran cama en la que empezó la acción de verdad. Aquellas dos mujeres sabían lo que tenían que hacer y se repartieron mi cuerpo como buenas amigas. Y otra vez, mientras una me besaba, la otra me hacía una felación. Mientras una me mostraba su sexo en primerísimo plano, la otra se penetraba con mi erección. Sin yo tener que hacer nada más allá de mover mi lengua por lugares húmedos. Y así una y otra vez. Intercambiándose. Moviéndose. Jugando. Riendo.

Una debajo de mí. La otra encima. Una chica encima de la otra y yo sobre las dos. Alternando penetraciones. Como si hiciese un pespunte. Ahora ahí, ahora aquí. Era fantástico. Mi sueño hecho realidad.

Pero de pronto, aquellas dos chicas se empezaron a calentar de verdad. Y empezaron a tocarse entre ellas. Y a besarse. Y lo que había sido una demostración de profesionalidad por su parte, pasó a ser una demostración de sexo auténtico. Puro lésbico. Verdad absoluta. Pero a mí ya me habían abandonado a un lado de la cama. Había dejado de ser alguien para ellas. Ahora sólo se interesaba la una por la otra y se dispusieron a comerse vivas. La tensión subió hasta el infinito. Gruñían. Se tocaban con fruición. Se lamían. Hacían el 69. Se introducían los dedos en sus vaginas. Se frotaban sus sexos. Y yo, mientras, parecía como si no existiese.

En un momento dado, y mientras una culeaba a la otra, sexo contra sexo, quise aprovechar la ocasión para montar a la que estaba encima y volver a penetrarla. Me lo prohibió. Me apartó y me dijo que no con un gesto. No querían saber nada de mí. No querían saber nada de mi erección.

Sólo les interesaba el sexo entre ellas.

Me aparté. Aquel acto de desprecio me ocasionó una bajada de temperatura. No entendía nada. Yo había pagado para que me dedicasen su tiempo y su saber pero ahora no existía. Me bajé de la cama y me senté en un sillón que había en la habitación para ver el espectáculo.  Un espectáculo que fue creciendo en intensidad al tiempo que iba bajando mi pene. Allí había sexo de verdad pero yo estaba tan sorprendido que mi temperatura estaba ya bajo mínimos.

Al poco tiempo, una de ellas gritó de placer. La otra le había lamido su vagina con tal precisión y rapidez que la hizo subir al cielo. Después intercambiaron posiciones y, a los dos minutos, volvió a oírse un gritito junto a un espasmo que a mí me pareció brutal.

Yo no sabía qué hacer. No sabía si volver a la cama e intentar a hacer algo. O, sencillamente, vestirme y hablar con la encargada exigiendo la atención que me habían negado.

No hizo falta. De pronto, las dos chicas se levantaron de la cama y se dirigieron a mí con una amplia sonrisa. Agradecidas. Y me pareció que dispuestas a cumplir mi sueño. Y debo confesar que lo cumplieron con creces.

Memorias de un libertino

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