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El futuro del CNI

Este viernes está previsto, en principio, que entre los numerosos nombramientos que están preparados para cubrir el organigrama del nuevo Gobierno se aborde el del futuro director del CNI (Centro Nacional de Inteligencia), nombramiento que depende directamente del presidente del Gobierno.

Aunque es posible que ese nombramiento lo consensúe Rodríguez Zapatero con la ministra de Defensa, Carme Chacon, y con el titular de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, los dos ministros con los que teóricamente tiene más contactos el jefe de los servicios de inteligencia, también dará su opinión el jefe del Gabinete del Presidente, José Enrique Serrano.

El actual director del CNI, Alberto Saiz, un ingeniero de montes que fue director general de Medio Ambiente y consejero de Industria y Empleo con el ex presidente de Castilla-La Mancha José Bono (está emparentado familiarmente con él), fue nombrado responsable de los servicios de inteligencia por cinco años, el 20 de abril del 2004, cuando Bono fue designado ministro de Defensa.

De su nombramiento, el nuevo ministro de Defensa, después de sustituir al entonces director Jorge Dezcallar, actual embajador de España en Washington, hizo cuestión de gabinete el que Saiz (Cuenca, 1953) ocupase uno de los puestos claves de los servicios de seguridad del Estado aunque su perfil biográfico no respondía, realmente, al del cargo, un cargo que desde el primitivo Cesid (Centro Superior de Información de la Defensa) ha sido un cargo conflictivo desde la etapa del general Emilio Alonso hasta la de Dezcallar.

Precisamente la salida de Dezcallar, un hombre que pacificó el servicio, se produjo después de numerosos enfrentamientos del director del CNI con el ex presidente José María Aznar, que no quiso en ningún momento hacer caso de las informaciones del servicio secreto sobre el atentado del 11-M. Es más, durante más de cuarenta y ocho horas ignoró por completo las informaciones del CNI que le indicaban que el atentado no tenía ningún tipo de vinculación con la banda terrorista ETA... Llegó un momento en que Aznar no tuvo ningún tipo de comunicación con Dezcallar.

Alberto Asís, en el juicio del atentado de la estación de Atocha, se encargó de poner de manifiesto que si las autoridades políticas que estaban en ese momento en el poder hubieran valorado las informaciones del CNI, se podría haber evitado la masacre.

El mandato de Saiz se ha caracterizado por un cambio continuo de responsables dentro del servicio, si bien el más chocante fue el del coronel Agustín Cassinello (hijo del teniente general en la reserva Cassinello, jefe de los servicios de información de la Guardia civil el 23-F y antiguo colaborador de Adolfo Suárez), un experto en inteligencia y contraterrorismo, destinado en el cuartel general de la OTAN, que estaba de agregado militar en Londres y que, trasladado a Madrid, como director general de Inteligencia, apenas duró tres meses en el cargo, sin que se supiese muy bien las causas de su repentina destitución.

En estos cinco años, Alberto Asís ha prescindido de tres responsables de la Secretaría General del Centro, de cuatro directores de inteligencia y de cuatro directores técnicos de recursos humanos y, últimamente, probablemente para impedir su reelección, el periódico El Mundo ha venido dando cuenta de una serie de informaciones, que serán objeto de debate en el Parlamento a instancias del Partido Popular, que comprometen el manejo de los fondos públicos del Centro por parte de su titular.

Según denuncias de agentes adscritos al CNI, Alberto Saiz habría utilizado fondos de los servicios de inteligencia para practicar dos de sus pasiones favoritas: la pesca submarina y la caza mayor en algunos países de África, en los que ha tenido que ser acompañado por los responsables de antena de cada país disconformes con la forma de actuar del director.

Asimismo, ha sido acusado de utilizar también dinero del CNI para obras en su chalet particular y para la adquisición de automóviles que no eran estrictamente necesarios.

Si es o no confirmado en el cargo lo sabremos pronto.

José Oneto