sábado, julio 27, 2024
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Tejero debió tomar el Congreso con taxistas

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Si Tejero hubiera tomado el Congreso con taxistas su intentona habría triunfado. Porque en nuestro estado de derecho es el único colectivo que puede someter ciudades. No importa la legitimidad de su causa, no importa si es huelga o cierre patronal dado que muchos de los okupas callejeros son propietarios y no empleados. No importa lo que les costó la licencia municipal ni el intrusismo profesional que estén sufriendo.

El debate primero es otro: los límites de cualquier protesta. Hablemos de intrusismo profesional en el periodismo por buscar un equivalente. Cuando veo a Belén Esteban en un plató día tras día o a su cuadrilla de entrevistadores rescatados de mil cástings rosas y no de ninguna facultad de periodismo, cuando escucho cómo pisotea el castellano Michael Robinson y tantos otros futbolistas devenidos en periodistas…yo no aparco mi coche en la Castellana hasta que sean despedidos. La Asociación de la Prensa no bloquea Madrid ni Barcelona hasta que sólo haya una Esteban o Robinson por cada 30 periodistas.

No. Porque si yo aparco en la Castellana, la grúa municipal me retira el coche y me fríe a multas. Si yo pego patadas al coche de Belén Esteban…ella puede denunciarme por agresión. Y si yo limito el tráfico y dirimo quién puede pasar o no por mi calle…algún policía, local o nacional, me detendrá por impedir el libre tránsito.

Esto era así en el país que yo conocía. No en el país en el que hoy vivo: los ayuntamientos de Madrid y Barcelona han decidido no intervenir por mor de defender los derechos de los taxistas y esperar a que el conflicto lo resuelva Fomento. Tarde una hora o un siglo.

Por tanto, se da pie a que el chantaje funcione y que el resto de los ciudadanos culpemos a Fomento, no a los taxistas, pobres, que bastante problema tienen con aparcar uno junto a otro sin arañarse en las principales arterias de Madrid y Barcelona. 

El mensaje televisado es perfecto: yo bloqueo Madrid y Barcelona por culpa del Gobierno. Y lo glorioso es que nadie habla de manifestación ilegal ni les llama okupas callejeros. Hay un mal extendido en España: el de aquellos huelguistas que no creen en la huelga.

¿No es poca arma dejar sin taxis en pleno éxodo turístico las principales ciudades? No, porque estos huelguistas quieren una huelga corta para que les cueste poco dinero. Y entonces hacen lo que los demás huelguistas nunca hemos podido hacer: tomar ciudades para que la presión sea irresistible. Qué lujo de huelga que la policía sea tu aliada. Qué lujo ir a la mani en coche y sin problemas de aparcamiento.

Pero cuando los independentistas catalanes proclamen un nuevo referéndum ilegal que no se aplique la ley hasta que se resuelva el conflicto, que no se retiren urnas, ni se detenga a los golpistas.

Los políticos de este país nos han enseñado que toda causa es legítima, pero no cualquier cauce para defenderla. Era legítimo el independentismo vasco, no su brazo terrorista. Era legítima la aspiración soberanista catalana, pero no un golpe de estado.

¿Esta doctrina no vale cuando se trata de taxistas? Si su causa inspira solidaridad …o miedo, ¿pueden invadir los derechos de los demás? ¿Pueden hacer lo que los demás no pueden hacer? ¿Pueden realizar una manifestación ilegal continuada? ¿Pueden bloquear el tráfico de todos los ciudadanos? ¿Cómo se miden las pérdidas de los ciudadanos que ven retrasado su trabajo? ¿Quién pagará eso, la mutua de los taxis, Fomento…? ¿Quién pagará los daños turísticos? ¿Y si un día es una ambulancia la que se retrasa y muere un paciente?

No sé que es más insultante para los derechos cívicos: si los balazos o patadas de los taxistas a sus rivales VTC o su imagen de picnic y piscinas en las calzadas. Han reinventado la calle es mía.

Carmena y Colau han privatizado Madrid y Barcelona con  esta cesión de derechos. La próxima vez que aparque (en plena Gran Vía, un Aguirre total) pintaré mi coche en modo taxi para esgrimir que no tengo por qué pagar aparcamiento ni multas: estoy en huelga. En un par de semanas volveré a recogerlo. Perdonen las molestias.

 

 

Francisco Mercado – Carta del director

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