jueves, abril 25, 2024
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El día de la marmota

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Cada día puntualmente a las 6 de la mañana, sonaba el despertador en la habitación de hotel del pequeño pueblo de Punxsutawney (Pensilvania). Y el presentador de televisión interpretado por el actor Bill Murray amanecía siempre en el mismo día, en la película “Atrapado en el tiempo”. “Hoy es el día de la marmota… ¡otra vez!”, afirmaba hastiado ante las cámaras de televisión, mientras la marmota nos volvía a informar de las semanas de invierno que aún aguardaban. 

Me preguntaba un vecino de Brunete esta semana: “Alcalde, ¿y sobre qué tema centrarás tu próximo artículo de opinión?”. A lo que respondí: “Hablaré de nuevo de Cataluña”. ¿Otra vez?”, me reprochó con cierto rostro de cansancio. “Otra vez, querido amigo”.

A Cataluña le está pasando lo mismo que al País Vasco en la etapa de Ibarretxe. Todos los días los exégetas del relato histórico catalán se asoman a la ventana de la actualidad con alguna falsedad secesionista nueva. El espejo de Ibarretxe, que es en quien deberían mirarse Puigdemont, Mas y la fallecida Convergencia, es el más ilustrativo: el PNV terminó por hartarse de tanto secesionismo que les arrojaba a un precipicio legal y financiero; los ciudadanos les apartaron de la Lehendakaritza por primera vez en la Democracia; y el ala más moderada de la burguesía nacionalista vasca tomó las riendas del PNV. En definitiva, hubo un profundo hartazgo de la antología racista, xenófoba y antiétnica de los discípulos de Sabino Arana. Para radicales ya estaban los de Batasuna y los del tiro en la nuca.

Es curioso que cuando algo de racionalidad se ha asentado en el País Vasco -a excepción de los Bildutarras y sus fieles imitadores podemitas-, Mas, Puigdemont y los de las Cuptasuna tomen el testigo de la radicalidad secesionista en Cataluña, rozando en numerosas ocasiones el más absoluto de los ridículos. 

Esta semana, el hombre elegido a dedo por Mas y Junqueras, el presidente Puigdemont, se marchaba otra vez al extranjero para explicar no sé cuantas bondades sobre “el procés” a alumnos universitarios estadounidenses, seguro que muy versados todos ellos en la auténtica historia de España desde que los Reyes Católicos la convirtieron en una auténtica nación.

Debe ser francamente divertido ver a Puigdemont por las universidades de Estados Unidos explicándole a jóvenes oriundos de Kansas o Texas que allá en el año 2010, cuando fracasó el «Estatut» que Zapatero pensaba votar a ciegas, fuera cual fuera su texto aprobado en el «Parlament», se produjo una “brutal regresión de derechos civiles y poder político” en Cataluña. También es descacharrante escucharle equiparar su “lucha independentista” con el movimiento social que la comunidad afroamericana llevó a cabo en el país de las barras y las estrellas durante los años 60 en favor del reconocimiento de sus derechos civiles . Ahora resulta que Puigdemont se ha transmutado en un nuevo Kennedy y que su lucha es “por los derechos civiles de los catalanes”. Claro, sólo de los catalanes independentistas. Los auténticos para él. 

Y lo dice la misma semana en la que Homs ha abandonado su escaño en el Congreso tras ser condenado por no hacer caso al máximo órgano judicial de nuestro país, el Tribunal Constitucional, por aquello de esas urnas de cartón que algunos misteriosos “voluntarios” colocaron en ciertos edificios públicos de Cataluña, ¡oh, misterios nacionalistas!, para que se incumpliera flagrantemente la Ley, aquel 9 de noviembre de 2014.

Uno se imagina la estupefacta cara de esos universitarios escuchando cómo se critica la falta de Democracia en España comparándola con la de Erdogan en Turquía, y es inevitable partirse de la risa ante el ridículo en el que el presidente catalán es capaz de caer. Lo que no les habrá explicado es que Cataluña goza de una autonomía mucho mayor que otras regiones de Europa, como por ejemplo los lander alemanes. Aquí las comparaciones se realizan con quien nos interesa. Puestos a comparar con otras naciones, Puigdemont también podría hablar de la buena salud de nuestra Democracia en contraposición al régimen chavista de Venezuela y su “Madurazo”. Pero entonces se enfadarían con él los de las Cuptasuna, esos redentores de la patria catalana, los mismos que desearían ser criados en tribus, y que asaltaron la sede del PP de Barcelona, demostrando así su profundo espíritu democrático una vez más.

Tampoco explicará a los universitarios estadounidenses que encuesta tras encuesta del CIS catalán -que hasta de eso tienen allende El Segre-, el independentismo pierde fuelle frente a quienes se sienten catalanes y españoles. 

Es una pena que Puigdemont tampoco explique a los alumnos de Harvard lo del 3%, el Clan Pujol… No informará asimismo del desorbitado gasto público que realiza el «Govern» en TV3, televisión en permanente servicio a la causa, como demostraron una vez más al no informar de la manifestación masiva en contra del independentismo, que convocó Societat Civil Catalana hace unas semanas. Unos señores que se sienten catalanes y españoles pero que sólo salen en la televisión y radio públicas cuando se les llama “fascistas”.

A Puigdemont le interesa mucho expandir “el procés” por el Universo entero, mientras Cataluña adeuda millones de euros a los farmacéuticos. Y, por seguir con ejemplos de un servicio básico como la sanidad, el “procés” avanza mientras su gobierno cierra quirófanos en los hospitales o se cerraron el pasado verano casi 1.800 camas hospitalarias durante el mes de agosto, cuando más turismo reciben.

Enfrascándose su barretina en la cabeza en el avión de regreso a la Cataluña libre, Puigdemont le comentará a su acompañante en tan flamante tour internacional, el señor Romeva: “Que no paguemos a los farmacéuticos o se cierren camas hospitalarias son cosas veredes, amigo Sancho. Lo importante es que en Harvard conozcan el “procés y hacernos una foto”. A lo que Romeva, el autoproclamado “ministro de exteriores catalán”, pondrá gesto serio mientras le vienen a la mente recuerdos de cuando se presentaba ante la audiencia como un español convencido durante su etapa como eurodiputado en Bruselas, tal y como esta semana recordaba un periódico, no sin cierto sonrojo.

“Hoy es el día de la marmota en Cataluña… ¡otra vez!”. A ver cuando llega el día de trabajar TODOS juntos por los catalanes y por el conjunto de los españoles, como ya está haciendo el presidente Rajoy…mientras tanto toca ver cómo Puigdemont se ancla en la Universidad de Harvard, impartiendo clases magistrales sobre la secesión de Texas…quizás se ha equivocado y debería haber acudido a la Universidad de Hogwarts donde la imaginación no es una asignatura pendiente (Harry Potter dixit).

Borja Gutiérrez

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