Escondida tras el fantoche de las siglas de Bildu la presidenta navarra, Yolanda Barcina, dice ahora que hay pocas posibilidades de convocar elecciones anticipadas. Pese a que la comisión de investigación sobre las presiones a la hacienda foral se cerró con la petición unánime de elecciones anticipadas, Barcina se agarra al poder y al cargo con esa afición tan común en la clase política. ¿Qué tendrá el poder que quien lo prueba pretende eternizarse en el cargo?
Tal es su afán por seguir de presidenta que ha ofrecido un nuevo pacto al responsable de los socialistas navarros, Roberto Jiménez, a quien expulsó del gobierno en 2012. Barcina sabe que, con el apoyo de sus diecinueve diputados, de los cincuenta que conforman el parlamento navarro, los catorce meses que quedan de legislatura van a resultar muy complicados. Pero, aun así, se aferra al cargo y ofrece pactos al verdadero perdedor de esta crisis que ayer se presentó en la sede del PSOE en Madrid, en la calle Ferraz, para pedir explicaciones a Rubalcaba por el fiasco de su anunciada moción de censura.
Pactar con Bildu era un dislate y buena prueba de ello fueron los gritos e insultos de sus seguidores cuando se enteraron de que Roberto Jiménez se plegaba a las órdenes de Madrid y renunciaba a la moción con sus votos. Le esperaron a la puerta de la sede del PSN y junto con un grupo de socialistas descontentos le llamaron de todo menos guapo.
Barcina se queda bajo la desvergonzada excusa de que no quiere seguir la hoja de ruta de Bildu
Tampoco se va pero su figura política ha quedado abrasada con esta amenaza fallida y los socialistas navarros deberán buscar un sustituto al que presentar como cabeza de cartel en las próximas autonómicas sean cuando sean. Porque lo único cierto es que Barcina se queda bajo la desvergonzada excusa de que no quiere seguir la hoja de ruta de Bildu.
Al final los «amigos» de ETA consolidan un ejecutivo de derechas al frente de Navarra que, además, ha sorteado graves acusaciones de corrupción que afectan a la hacienda foral y a las dietas de Caja Navarra.
El cariño popular que suscita la presidenta de UPN es claramente mejorable y ha sido de los pocos cargos públicos que ha recibido un tartazo en toda la cara. Pese a que una sentencia del Tribunal Supremo la absolvió del delito de cohecho impropio por el cobro de unas dietas recibidas por duplicado de Caja Navarra, se vio obligada a devolver más de sesenta y ocho mil euros y, además, la sentencia dejaba muy claro que una cosa es la comisión de un delito y otra «la responsabilidad de las conductas que pueden generar un reproche ético, moral, o político». Por ninguno de estos tres conceptos se sintió concernida Yolanda Barcina.
Tampoco parece llevarse muy bien con su antecesor en el cargo Miguel Sanz al que sectores de UPN acusan de congeniar en exceso con los socialistas navarros. Así que son pocos y mal avenidos pero, fuera del poder, «hace mucho frío»…
Victoria Lafora