viernes, marzo 29, 2024
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¿Hacia una aviación internacional medioambientalmente sostenible?

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Una noticia reciente que ha pasado algo desapercibida en los medios se refiere al control de la contaminación por CO2 de los aviones comerciales. Como es sabido, las emisiones de dióxido de carbono son las principales causantes del efecto invernadero que nos lleva inexorablemente al cambio climático. Al menos el 3% de las emisiones mundiales de carbono corresponden a la aviación. Hasta hace unos años, la contaminación provocada por el transporte aéreo había quedado fuera de las negociaciones mundiales por su dimensión y su impacto económico en la competitividad global. Si los Estados Unidos, gran potencia del transporte aéreo, estaba lejos de asumir sus compromisos en torno al cambio climático era difícil que se produjera acuerdo en un sector tan sensible para su economía. También algunos países en desarrollo con sector de transporte aéreo se oponían a regular esta materia si no se tenía en cuenta su situación especial. Como en otras ocasiones, las actividades económicas contaminantes se imponían sobre la preservación del medio ambiente.

La Unión Europea, desde una posición más avanzada, había presionado mediante la aplicación de tasas unilaterales al transporte aéreo basadas en la contaminación por emisiones en el espacio aéreo europeo –el Emissions Trading System (EU-ETS) aplicado a los vuelos internacionales- pero tuvo que suspender estas medidas por las quejas de los Estados miembros de la Organización para la Aviación Civil Internacional (OACI), con sede en Montreal. Eran medidas unilaterales en interés colectivo a las que la Unión Europea ha renunciado.

Al menos el 3% de las emisiones mundiales de carbono corresponden a la aviación

En la lucha contra el cambio climático parece que constituye un paso adelante al acuerdo adoptado el 4 de octubre de 2013 en la Asamblea de la OACI. «Este acuerdo sobre MBM constituye un hito histórico para el transporte aéreo y la función del multilateralismo frente a los desafíos climáticos mundiales», ha declarado el Presidente del Consejo de la OACI, Roberto Kobeh González. Su objetivo no es exactamente reducir las emisiones de CO2 de las empresas de transporte aéreo sino controlar su previsible aumento futuro en los próximos años mediante diversas medidas. Se trata de una resolución que habría de ser aplicada antes del 2016, año en que se celebra la siguiente Asamblea de la Organización para que, mediante un esquema global consistente en Medidas basadas en el Mercado (MBM: Market- Based- Measures), se aplique un límite de emisiones-crecimiento neutro en los términos que utiliza la industria- a partir del 2020.

Para simplificar, se trata de que la Asamblea de la OACI del 2016 deberá decidir que las emisiones de carbono se mantengan en el nivel del 2020. Ante este procedimiento, que es más un pacto de negociación –o una «hoja de ruta» como se dice ahora- que un acuerdo sustantivo en sí, no hay que lanzar las campanas al vuelo y así ha sido en las declaraciones de la Unión Europea y de los comisarios de transporte y acción por el clima. En cierta forma, dada la contraposición de intereses, resultaría paradójico que ambos comisarios celebraran el acuerdo adoptado, vendiéndolo como un producto bueno para todo el mundo: los pasajeros, la industria de la navegación aérea y el medio ambiente. Grandes intereses económicos están en juego.

Según se mire la Unión Europea ha fracasado en estas negociaciones porque sus objetivos eran de mayor alcance. La posición de la Unión Europea en la OACI, como la de algunas ONG medioambientales del sector, era que el sistema mundial de control de emisiones debía aplicarse eficazmente en un plazo de tres años pero la mayoría acabó imponiendo el procedimiento aplazado a 2020. Las medidas regionales de control que pueda diseñar la Unión Europea han quedado muy mermadas, no sólo se tendrán que limitar a vuelos intraeuropeos sino que no podrán afectar, en principio, a los operadores extranjeros, como se pretendía. Parece, no obstante, que la importancia del acuerdo reside también en su alcance mundial pues incluye a países como China y La India, de gran peso y con grandes perspectivas en el sector del transporte aéreo.

Siendo optimistas diríamos que la Unión Europea ha tenido que renunciar a sus objetivos en el plano regional en pro de una mejor gobernanza en esta materia en el plano mundial, con la vista puesta en la fecha –mejor que ad calendas graecas- del 2020. De cualquier modo, no se sabe si el acuerdo al que se llegue–de gran complejidad técnica- va a ser eficaz para mitigar –to curb dicen gráficamente en inglés- las emisiones, ni si, ante el brutal aumento de dichas emisiones previsto para los próximos años por el desarrollo del sector, el acuerdo va a ser todavía útil para evitar o reducir el cambio climático. Todo un reto: hacer compatible el desarrollo de la aviación civil internacional con la sostenibilidad del planeta.

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Julio Vives

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