martes, abril 23, 2024
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El cambiazo

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Tuve que recordar a mis interlocutores que se votan listas cerradas y que corresponde a los concejales electos investir a su alcalde. Y así ha sido: el pleno del consistorio madrileño acaba de otorgar la vara de mando a doña Ana Botella. Nada que objetar desde la legalidad institucional que ampara el relevo de munícipes en los ayuntamientos españoles. Les recordé otra virtualidad por si alguno lo había olvidado: todas las encuestas anticipaban la victoria de Mariano Rajoy y no era descabellado predecir que Gallardón fuera ministro si las urnas confirmaban el pronóstico, lo que finalmente ha ocurrido. Todavía más, Esperanza Aguirre había colocado a doña Ana en el segundo puesto de la candidatura capitalina del PP. La maniobra, como tantas otras de la presidenta, dejaba este asunto “atado y bien atado”. Ahora doña Esperanza podrá gobernar su reino del Nunca Jamás sin preocuparse ya de su particular Peter Pan de la política madrileña.

He repetido estos argumentos hasta la saciedad, pero muchos vecinos de Madrid parecen disgustados. La réplica es inmediata: “Yo voté a Gallardón y ahora me lo cambian por la señora de Aznar”. Otros me puntualizan: “¿Si doña Ana era la número dos a qué viene que Gallardón nombrara vicealcalde a Manuel Cobo y no contara con ella en el reducido equipo que ejecutaba sus mandatos en el Palacio de Correos?” Vuelvo a explicarles que Gallardón no mandaba absolutamente nada en el partido y muchos de sus colegas no se fiaban de él. Los disconformes no parecen convencidos: “La situación podía ser esa, pero entonces cómo es posible que le colocaran una y otra vez en los carteles”. Les insisto: ganaba elecciones. La respuesta tampoco les tranquiliza: “Las ganaría con el voto de los madrileños y si doña Ana hubiera tenido ese apoyo potencial habrían apartado a Gallardón hace muchos años”. Tocado. En este punto zanjo la conversación con una frase lapidaria, tantas veces utilizadas: la política es así.

No seré yo quien ponga en duda las virtudes de la señora de Aznar, ni su capacidad para gestionar la ciudad de Madrid. Se le suponen, como decía en la cartilla militar cuando nos alistaban para hacer la mili. A lo mejor termina por parecerse a Carlos III o consigue imitar a don Alberto, aunque haya figurado en las antípodas de los planteamientos políticos y sociales del nuevo ministro de Justicia. Termino contándoles una historia que me viene al pelo. Hace algunos años, por estas fechas, una de mis tías compró un par de zapatos en los almacenes de la Gran Vía. Cuando volvió a casa comprobó que le habían empaquetado una cafetera. La mujer no se explicaba quién y cómo protagonizó el cambiazo. Pues eso.

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Fernando González

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