sábado, abril 20, 2024
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Mentalidad independiente con el diálogo

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En un mundo islámico que cambia rápidamente, la administración Obama está considerando la mejor forma de hablar con adversarios como los talibanes y, quizá, Hezbolá.

Un referente para la administración, al pensar en el diálogo con enemigos, es el proceso británico de diálogo durante la década de los 90 con el Sinn Fein, el brazo político legal del grupo terrorista Ejército Republicano Irlandés. Ese diálogo condujo a conversaciones de paz avanzadas y al cierre de un conflicto que llevaba activo más de un siglo.

En el caso de los talibanes, la administración ha afirmado repetidamente en público que aspira a llegar al cierre político de la guerra en Afganistán, en lugar del militar. Esta fórmula parece a veces hueca, habiendo destacadas en combate más de 100.000 tropas estadounidenses. Pero el mes pasado fue definida más por la Secretario de Estado Hillary Rodham Clinton, que abrió la puerta a un diálogo más amplio.

Clinton, en un discurso el 18 de febrero ante el colectivo The Asia Society, alteraba sutilmente los términos de la participación talibán en las conversaciones de paz. Repetía el discurso de la administración de «los límites de la reconciliación» — que los representantes talibanes tienen que renunciar a la violencia, rechazar a al-Qaeda y satisfacer los términos de la constitución afgana. Pero en lugar de fijar estas condiciones previas a las conversaciones, como antes, ella dijo que eran «los resultados necesarios de cualquier negociación».

Para atraer a los insurgentes afganos a la reconciliación, la administración apoya un plan del Presidente Hamid Karzai que permitiría a los talibanes abrir una sede en Kabul o fuera de Afganistán, donde los contactos pudieran ser más fáciles. Arabia Saudí se discutió como posible enclave, pero un lugar más probable sería Turquía. El gobierno turco está considerando la cuestión.

Los contactos estadounidenses fuera de los canales habituales con ciertas figuras talibanes ya han empezado, según una información de Steve Coll aparecida el mes pasado en el New Yorker. Esta filtración fue considerada tan sensible que al funcionario sospechoso de compartir la información se le habría abierto expediente.

La premisa rectora de la administración es que la estrategia política y diplomática debe ser la política motriz en Afganistán este año, en lugar de ser una ocurrencia alternativa a las operaciones militares. Así es como lo decía la Casa Blanca en su revisión de la estrategia en diciembre: «En 2011, vamos a intensificar nuestros contactos diplomáticos regionales para catalizar un proceso político encaminado a promover la paz y la estabilidad en Afganistán».

Este enfoque regional ha conducido a dos encuentros sobre Afganistán auspiciados por Estados Unidos que incluyeron a representantes iraníes — uno celebrado en Roma el mes pasado y uno en Jeddah, Arabia Saudí, el 3 de marzo.

La cuestión de Hezbolá todavía se está enmarcando, en términos de debate político. Pero la Casa Blanca ha hecho hincapié en ella las últimas semanas a causa de un nuevo informe National Intelligence Estimate sobre Hezbolá a punto de terminarse.

Los funcionarios que han leído los borradores del nuevo informe dicen que evalúa a Hezbolá en un contexto amplio, como fuerza política y social en el Líbano además de la milicia oficialmente designada por Estados Unidos «organización terrorista extranjera». Al igual que la mayoría de los informes NIE, se rumorea que éste contiene un amplio abanico de opiniones, destacando algunos analistas la capacidad terrorista de Hezbolá y poniendo de relieve otros el creciente papel político de la organización, incluyendo su representación dentro del gabinete libanés.

La bomba política de relojería alojada en el informe NIE es la cuestión de si Estados Unidos debe buscar o no alguna clase de contactos directos o indirectos con Hezbolá – con su brazo político al menos. Los funcionarios que apoyan este curso argumentan que la organización es igual que el IRA o la OLP – con componentes no militares que pueden ser atraídos a un diálogo.

La opinión disidente sobre Hezbolá era manifestada públicamente por John Brennan, el asesor de contraterrorismo de la Casa Blanca. En mayo de 2010 la describía como «una organización muy interesante» y decía que Estados Unidos debe tratar de «desarrollar gradualmente una relación con los elementos más moderados». Y durante una conferencia celebrada en agosto de 2009, ofrecía este resumen: «Hezbolá empezó siendo una organización terrorista puramente allá por principios de la década de los 80 y ha evolucionado significativamente con el tiempo» hasta tener miembros dentro del parlamento y el gabinete libanés.

El debate de alto nivel en torno a Hezbolá ilustra la simiente del pensamiento estadounidense en Oriente Medio que está siendo transformado por los levantamientos democráticos. Los funcionarios advierten que por ahora, la cuestión de Hezbolá es un asunto para analistas del espionaje, no para legisladores. La Casa Blanca reconoce que ya tiene bastante por abordar sin abrir un nuevo frente que produciría seísmos en Israel y Arabia Saudí entre otros países.

La idea central es que tras una década de conflictos estadounidenses en Oriente Próximo, la administración Obama busca cada vez más formas de dialogar con adversarios y atraerles a un proceso de diálogo. El mundo está cambiando, y puede que la política estadounidense también deba hacerlo.

David Ignatius

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