Hace ya tiempo que los lunes le cuesta ir al despacho. Ayer se lo contó a José Ramón Lucas en Radio Nacional. “Estoy en los últimos metros”, aseguró el vicepresidente del Gobierno Alfredo Perez Rubalcaba, el último fichaje del Presidente Zapatero para salir de los sucesivos atolladeros con los que se está jalonando esta larga y –según todas las encuestas—al parecer irreversible agonía.
Rubalcaba lleva toda su vida en política y menos Presidente lo ha sido todo lo que se puede ser. Se siente comprometido con su partido y además le gusta. Le gusta muchísimo la “cosa pública” y consciente de sus dotes por nadie cuestionadas, se mueve como pez en el agua en los recovecos del poder. Pero todo debe tener su límite y el de Rubalcaba está a punto de llegar.
No miente cuando afirma que está en los últimos metros. Él se ve en el final de su carrera pero en política, los dioses son caprichosos y cuesta creer que Rubalcaba vaya a desaparecer del quehacer político. Por los mentideros socialistas, cuando de hablar de “sucesión” se trata , todos miran a quien ha comenzado a despedirse. “Si José Luis no sigue, es difícil improvisar un líder en cuatro meses. Lo razonable es que Alfredo cogiera el relevo”, afirman algunos de los más conspicuos líderes socialistas a quienes, con seguridad, no les habrá gustado nada la “confesión” del “hombre fuerte” del Gobierno.
Los “últimos metros” pueden convertirse en kilómetros y si llegado el caso, Alfredo Pérez Rubalcaba se ve en la disyuntiva, en la hipótesis de ser el “sucesor” no dirá que no pero a fuerza de ser sincero, Rubalcaba ha hecho un flaco favor a los suyos. Si el “hombre fuerte” se siente en los últimos metros no es de extrañar que los ciudadanos , aunque no sepan como el Vicepresidente se ve a si mismo, miren al Gobierno y al PSOE con la misma confianza que podría inspirar un castillo de naipes. Ni la declaración de estado de alarma restituye el prestigio perdido.
Charo Zarzalejos