martes, abril 16, 2024
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La seguridad no puede darse en un vacío

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Hay una delgada línea entre informar a la opinión pública de las amenazas de seguridad y aterrorizar a la población con advertencias y alarmas de terrorismo incendiarias. La administración Obama ha intentado rebajar de forma encomiable el tono de sus anuncios, pero en las últimas semanas los funcionarios podrían haberse equivocado al ofrecer muy poca información.

La zona de Washington se encuentra permanentemente dentro de una especie de cordón de seguridad. Pero incluso de esta forma, resultaba inusual ver agentes blandiendo armas automáticas a la entrada de la sede de la CIA en Langley, Va., la mañana del martes. Un veterano de la agencia reparó en ellas y preguntó en voz alta, ¿qué pasa?


El portavoz de la CIA George Little no dio detalles, pero ofreció esta declaración generalista: «La seguridad en la sede de la CIA adopta formas distintas a lo largo del tiempo y siempre es de la máxima prioridad, tanto si es visible como si no».


El rompecabezas de la seguridad se ve agravado por las precisas alarmas este mes de funcionarios de Francia, Gran Bretaña y Alemania. Sería bueno saber si los funcionarios estadounidenses convienen con estas evaluaciones extranjeras de una inminente amenaza terrorista. Yo vengo haciendo esta pregunta desde el pasado viernes, pero hasta el momento, las únicas declaraciones son este comentario indirecto del portavoz del Centro Nacional de Contraterrorismo: «siempre hay algo ahí fuera».


Bien, estoy de acuerdo con los esfuerzos del Presidente Obama por evitar el error de la administración Bush de disparar el nivel de alerta en cuanto se recibía información preocupante de Inteligencia. Aun así, hay necesidad de proporcionar información solvente -precisamente para que la opinión pública comprenda que el terrorismo es un hecho cotidiano del mundo moderno, y no un desastre existencial-.


Para ver un debate en la esfera pública acerca de la amenaza actual del terrorismo, hay que examinar las declaraciones de los demás gobiernos, que manifiestan una preocupación creciente.


«Todos los indicadores están encendidos. Hay indicios en todas partes», declaraba Bernard Squarcini, el jefe del contraterrorismo francés, al rotativo galo Le Monde el 19 de septiembre. En el curso de una entrevista el día 10 de septiembre con el Journal du Dimanche advertía que el riesgo de un atentado terrorista en suelo francés «nunca ha sido mayor» y que «objetivamente hay motivos de preocupación».


Sumándose a las inquietudes francesas el 14 de septiembre se producía una llamada telefónica anónima que avisaba de un atentado contra la Torre Eiffel. La policía francesa desalojaba a 2.000 personas de la zona. Ese mismo día, una llamada advertía de la colocación de un artefacto explosivo en la gran estación de metro de Saint-Michel. Ambas advertencias demostraron ser falsas alarmas.


La preocupación era también manifestada por Joerg Ziercke, el director de la Oficina Federal de Delincuencia de Alemania, una agencia del orden nacional. Él decía el 5 de septiembre al Der Tagesspiegel que desde principios de 2009, Alemania ha registrado un número creciente de residentes que visitan campamentos terroristas, y él tiene clasificadas ya a 131 personas en Alemania como «instigadores potenciales». Dice que 70 de ellas «han completado entrenamiento paramilitar en campamentos del terror» y 40 tenían experiencia de combate con los insurgentes de Afganistán.


¿Cuáles son las cifras comparables de Estados Unidos? ¿Lo sabe el FBI? ¿Comparten los funcionarios estadounidenses las inquietudes de Ziercke que apuntan a que es más difícil seguir a estos militantes a causa de los límites impuestos al almacenamiento de las telecomunicaciones?


Jonathan Evans, el director de las fuerzas de Interior de Reino Unido, el MI-5, advertía de las crecientes amenazas salidas de Yemen y Somalia el pasado jueves en un discurso ante la organización pomposamente bautizada Compañía Eminente de Profesionales de la Seguridad. Observaba que «una cifra significativa de residentes británicos» se están formando a través de la filial somalí de al-Qaeda, conocida como al-Sahaab, y decía que «es sólo cuestión de tiempo que veamos actos de terrorismo en nuestras calles inspirados por» estos reclutas somalíes.


¿Qué piensa de estas informaciones de terrorismo el gobierno estadounidense? ¿Son precisas o exageradas? No puedo ofrecer ninguna orientación al lector, porque los funcionarios de la Casa Blanca y las diversas agencias no tenían declaraciones que hacer a última hora del martes. Puede que los funcionarios estén esperando el resultado de lo que se describe como la decisiva batalla de Yemen para capturar o matar al clérigo militante de origen estadounidense Anwar al-Awlaki.


Los estadounidenses no deben obsesionarse constantemente con las amenazas de terrorismo. Es malo para nuestra psique colectiva. Pero por la misma razón, si el terrorismo se convierte en el tema imposible de mencionar -con funcionarios de toda la administración haciendo voto de silencio-, entonces vamos a vivir en otra clase de mundo artificial.


Evans explicaba a su audiencia en Londres el motivo de que sea importante tener un debate abierto y prudente: «en los últimos años parece que hemos importado de los medios estadounidenses cada vez más el supuesto de que el terrorismo se puede evitar en el 100% de los casos, y que cualquier incidente acaecido no evitado se considera un fallo por parte del gobierno. Esto es una forma estúpida de considerar el riesgo terrorista y no hace sino dar ventaja a los propios terroristas».

David Ignatius

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