¿Con qué motivaciones nace «Río ebrio» tras su larga trayectoria?
El disco nace de un periodo de mucha incertidumbre, ya que me lesioné la mano en un concierto y no podía tocar la guitarra. Tras varios meses decidí operarme y después la consiguiente rehabilitación que me tuvo casi un año en el dique seco. De esa experiencia surge un trabajo vitalista, irónico y fresco, con canciones de amor y memoria pero donde también afloran mis sueños del mañana.
¿Refrenda el disco un modo de hacer canciones, un sonido Petisme alcanzado con los años?
No quería hacer un disco de pop. Éste iba a ser más roquero, pero no rock patillero con un tipo rajando la voz, sino elegante, sobrio, con la base sencilla y contundente, con texturas oscuras en las guitarras eléctricas, tirando a crudo, con el cristal de las acústicas por supuesto, pocos músicos, concepto de banda, que parezca poco producido para darle frescura cuando están más que pensados los arreglos esenciales y justos, el menos es más de los grandes arquitectos. Un disco menos happy y luminoso y optimista que los anteriores (me temo que aunque los ángeles se vistan de negro ángeles siguen siendo). Un poco más atormentado pero igual de vitalista, de poeta salvaje y suave, con intensidad en la voz, coros femeninos a lo Cohen. A quien le guste Nick Cave, Elvis Costello, Leonard Cohen, Wilco, Neil Young, Micah P. Hinson, REM, Robert Wyatt, Paul Weller, Joe Jackson, los últimos de JJ Cale o Dylan, las producciones de Daniel Lanois, etc, está de suerte. A quien le gusten los cantautores también, creo, porque últimamente…y tras once discos, estoy aprendiendo a escribir letras.
El título del disco es un homenaje al río Ebro, ¿ha condicionado mucho su obra el nacer en Aragón?
El título me parecía simpático, por un lado la alusión clara al río que atraviesa y da vida a Aragón. Hay al menos tres canciones donde hago memoria y aparecen como en “Cierzo” los paisajes sentimentales de mi niñez y adolescencia. Y por otro la metáfora desbordada del amor, de la belleza y la celebración de la vida y la alegría. El disco no es nada conceptual como otros míos sino muy abierto: Hay pasión, velocidad, en general domina el amor y el exceso aunque no rehuyo el tema palestino en la canción Rachel Corrie, el cambio climático en Más claro agua y hay canciones como Yo qué sé o El atasco donde hay fogonazos de humor e ironía. También he musicalizado un poema que viaja conmigo desde adolescente: La ciudad de Kavafis.
Sus canciones están cargadas de amor, humor, realidad y denuncia, ¿todos los temas remiten al final al mismo sitio?
En mi caso creo que mis fantasmas y obsesiones siempre están ahí, son constantes vitales. Al final es la lucha de Eros y Thanatos, la invitación a la ebriedad, a la vida frente al miedo, la soledad no deseada, la tristeza y el dolor de un mundo que pide a gritos mejorarse.
Ha publicado «Cinta transportadora», ¿sirve la poesía para salvaguardarse de situaciones extremas?
A mí me sirve y me ayuda. Es el regazo donde me refugio y me ha evitado siquiatras. La poesía es una limpieza, una catarsis del espíritu. También es una gimnasia maravillosa, el leerla o escribirla para rondar la magia y la belleza. Creo que cualquier expresión artística es un género poético en sí mismo y nos mejora como seres humanos. A otros les da por pienar bombillas, qué se yo.
Sus canciones versan de distintas partes del planeta, además ha estado en Irak y en el Sáhara, ¿le dan tiento los viajes para crear?
He viajado mucho, sí. De esas experiencias han surgido muchas ideas para canciones y poemas. Cambian los escenarios pero las personas somos las mismas, tan diferentes de color, credos, etc pero tan iguales. Los viajes me ayudan a relativizar mis problemas cuando contemplas que tanta gente sigue sonriendo y amándose y no sabe si al día siguiente tendrá casa o un poco de arroz que echarse a la boca.