Fumata rosa en el Vaticano: mujeres reclaman el sacerdocio femenino durante el cónclave
Mientras los ojos del mundo se posan sobre la Capilla Sixtina por el comienzo del cónclave que elegirá al 267º Papa, un grupo de mujeres ha hecho visible otra demanda histórica: la ordenación sacerdotal femenina. En una acción simbólica sin precedentes, representantes de la organización WOW (Women’s Ordination Worldwide) han lanzado una "fumata rosa" en el corazón del Vaticano para reclamar la plena igualdad de las mujeres en la Iglesia católica.
Un mensaje al cónclave: el lugar de la mujer también está aquí
En un comunicado, las organizadoras han querido reivindicar la vocación, liderazgo y voz de las mujeres católicas, subrayando que “el humo rosa envía un mensaje claro: el lugar de la mujer está en el cónclave”. Con cánticos, oraciones y columnas de humo de ese característico tono, han alzado la voz para pedir que se escuchen las llamadas femeninas al ministerio ordenado, tradicionalmente silenciadas por la jerarquía eclesiástica.
“La igualdad de las mujeres no puede esperar más”, insisten desde WOW. Según explican, miles de mujeres en todo el mundo han sentido durante décadas la dolorosa exclusión del sacerdocio y han sufrido el rechazo institucional a sus vocaciones, por el mero hecho de ser mujeres.
Una Iglesia que aún no escucha del todo
Las activistas reconocen que el Papa Francisco ha abierto una etapa de diálogo y mayor inclusión, pero advierten que la tarea está lejos de haberse completado. La exclusión sistemática de las mujeres del ministerio ordenado, insisten, sigue siendo una injusticia estructural que el próximo pontífice debe abordar con decisión.
“Oramos por un Papa valiente”, concluyen, “que abrace de verdad la sinodalidad y que se atreva a corregir lo que durante siglos ha sido un error: negar a las mujeres su lugar en la estructura eclesial”.
Un símbolo que desafía la tradición
La imagen del humo rosa emergiendo en paralelo al ritual de la fumata blanca o negra no solo ha captado la atención de los fieles. También ha puesto sobre la mesa un tema incómodo para muchos sectores eclesiásticos: ¿puede la Iglesia ignorar indefinidamente la voz de la mitad de su comunidad?