Cuando la ejemplaridad se exige al otro: la moción de Sánchez contra Rajoy frente a sus propios escándalos
El 1 de junio de 2018, Pedro Sánchez se alzaba como presidente del Gobierno tras ganar la moción de censura contra Mariano Rajoy. La justificación no fue programática, sino moral: “España necesita un presidente decente”, afirmó entonces un Pedro Sánchez que, habiendo sido denostado anteriormente por su propio partido, se erigía en salvador de la democracia.
La sentencia del caso Gürtel (que no implicaba directamente al expresidente popular) sirvió como detonante para una operación parlamentaria que Sánchez construyó sobre el principio de ejemplaridad.
Seis años después, ese discurso se vuelve contra él. Su esposa, su hermano, su exministro, un fiscal general nombrado por su Ejecutivo y varios empresarios y asesores afines están bajo la lupa judicial. Las investigaciones abiertas se acumulan mientras el presidente opta por el silencio y no cede ante la posibilidad de plantear una revisión de confianza ante el Congreso.
Los argumentos que empleó contra Rajoy sobrevuelan ahora la figura de Sánchez
Los mismos argumentos que empleó contra Rajoy (la corrupción, la necesidad de regeneración, la ética en el ejercicio del poder) sobrevuelan ahora la figura de Sánchez, pero sin respuestas. La moción que lo llevó a La Moncloa fue celebrada como un ejercicio de higiene democrática. Hoy, su resistencia a abordar los escándalos que afectan directamente a su entorno más cercano genera un clima de desgaste institucional que indigna a una parte creciente de la opinión pública.
El presidente no sólo ha evitado ofrecer explicaciones públicas, sino que ha eludido también cualquier gesto político de autocrítica. Ninguno de los miembros de su entorno implicados en causas judiciales ha sido cesado por iniciativa de Moncloa.
El silencio frente a la contundencia con la que exigió responsabilidades
En algunos casos, como el de Begoña Gómez o el de su propio hermano, ha llegado incluso a presentarse como víctima de una conspiración, desviando el foco de las responsabilidades políticas hacia supuestas campañas de acoso personal o mediático.
Esa estrategia contrasta con la contundencia con la que exigió responsabilidades en el pasado. Sánchez acusó a Rajoy de “mirar hacia otro lado” ante la corrupción y de “no estar a la altura del país que representa”.
Hoy, la situación se revierte. Las investigaciones afectan de lleno a los pilares de su Gobierno y a su entorno familiar, mientras él permanece en silencio, sin convocar una rueda de prensa, sin comparecer en sede parlamentaria y sin asumir las consecuencias políticas de un escenario que, en 2018, habría considerado insoportable.