El apagón revela la peligrosa dependencia eléctrica de la sociedad moderna

Apagón en España

El apagón que sumió en la oscuridad a gran parte de España durante horas ha servido como una advertencia a la sociedad moderna:  somos más dependientes de la electricidad de lo que muchos imaginaban

En cuestión de minutos se paralizaron trenes, colapsaron sistemas de pago, desaparecieron las señales de tráfico inteligente, y millones de personas quedaron incomunicadas. Para algunos, fue solo una molestia pasajera. Para otros, una revelación inquietante sobre la fragilidad de nuestro modo de vida.

La electricidad no solo ilumina nuestros hogares. Es la base sobre la que se sustentan servicios esenciales: hospitales, telecomunicaciones, transporte, abastecimiento de agua y cadenas de suministro de alimentos. Cuando el sistema falla, el impacto es inmediato y devastador.

¿Qué ocurrió durante el apagón?

Entre los efectos más visibles del reciente corte de suministro estuvieron:

Trenes de Cercanías detenidos en plena vía.

Semáforos apagados, provocando caos vial.

Colapso en sistemas de pago electrónico.

Pérdida de señal móvil e internet en varias zonas.

Interrupciones en hospitales y centros de salud.

Aunque el apagón duró menos de 12 horas en la mayoría de los casos, la sensación de vulnerabilidad fue palpable.

Expertos advierten: "La electricidad es el oxígeno de nuestra civilización"

Basquecraft, experto en supervivencia que participó recientemente en un pódcast de Jordi Wild, lo resumió con crudeza: “Si mañana nos quedáramos sin electricidad de forma indefinida, en cuestión de días colapsarían las ciudades. Todo nuestro sistema social, económico y sanitario depende de ella.”

Los sistemas de emergencia —generadores de respaldo, comunicaciones vía radio, recursos médicos básicos— están diseñados para funcionar durante cortes breves, pero no ante una caída prolongada del suministro.

¿Qué riesgos plantea esta dependencia?

La creciente digitalización y electrificación de la vida diaria agrava el problema:

Movilidad eléctrica: cada vez más vehículos dependen de la carga eléctrica.

Pagos electrónicos: la desaparición del efectivo hace que un apagón también paralice el comercio.

Domótica y viviendas inteligentes: puertas, persianas, sistemas de climatización y seguridad que funcionan solo con corriente.

Teletrabajo y educación online: la interrupción de las comunicaciones afecta a millones de personas.

Un informe del Foro Económico Mundial advirtió en 2024 que los fallos energéticos prolongados están entre los cinco principales riesgos globales.

Soluciones y propuestas: resiliencia y descentralización

La necesidad de reforzar la resiliencia energética se ha vuelto evidente. Algunas medidas propuestas por expertos incluyen:

Promover sistemas de autoconsumo: paneles solares domésticos y baterías de respaldo.

Redes eléctricas inteligentes y descentralizadas: para evitar fallos en cascada.

Formación ciudadana: educación básica en autoprotección y gestión de emergencias.

Mejorar la seguridad cibernética: para evitar sabotajes a infraestructuras críticas.

Además, fomentar prácticas como disponer siempre de un pequeño fondo de efectivo, tener reservas de agua y alimentos, y conocer protocolos básicos de actuación ante emergencias.

Un cambio de mentalidad urgente

El apagón ha puesto sobre la mesa un debate que trasciende la tecnología: el de nuestra percepción de seguridad y estabilidad.

Para muchos, este apagón ha sido un ensayo general. Una advertencia para repensar en la infraestructura que nos sostiene, así como en nuestra preparación individual y colectiva ante imprevistos.

La electricidad es el hilo invisible que teje el mundo moderno. Sin ella, la oscuridad no es solo física: es también social, económica y emocional. La verdadera resiliencia empieza por reconocer esta vulnerabilidad y actuar en consecuencia.