martes, abril 23, 2024
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Sin medicinas, calefacción ni pañales: retrato de la crisis un año después

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«La administración ha funcionado según las reglas, pero tenemos unas prestaciones que tienen sus límites y el sistema de protección social no está concebido para este impacto», explica a EFE la coordinadora de estudios sociales de Funcas, Elisa Chuliá.

En España, añade la socióloga, existe un sistema de pensiones «potente» que protege «razonablemente bien» a los mayores, algo que no ocurre con otra parte de la población como son los jóvenes desempleados o las personas sin una carrera de cotización suficientemente extendida para recibir prestaciones contributivas.

«Muchas de ellas ya han formado sus propias familias y es la población que se ha visto más golpeada, en especial los menos cualificados y con trabajos más inestables o del sector informal».

El impacto de la crisis en la demografía

La profesora de Sociología de la UNED opina que aún es prematuro conocer en detalle el impacto, sin embargo considera que todos los indicadores sociodemográficos -edad de emancipación, tasa de fecundidad, reducción del número de matrimonios-, van a verse afectados.

«La clave es cuánto tardamos en absorber el impacto de la crisis. ¿Esto nos va a conducir a otra senda o a una especie de desvío? Pienso que va a ser un pequeño desvío y tardaremos unos años en absorber el impacto sociodemográfico, todo dependerá de la evolución de la economía».

Aunque, advierte, «continúa habiendo una variable que no podemos controlar mucho que es la pandemia. En el caso de Madrid, al haber mucha más actividad económica y dinamismo en el mercado de trabajo, será más fácil la recuperación».

Ese lado es positivo, pero «satisfacer los precios de Madrid ciudad, sobre todo de vivienda, es un obstáculo importante para recuperar el bienestar doméstico».

Esta crisis, añade, no solo está «atacando prioritariamente a familias con menores a cargo, sino también a quienes no podrán en el corto plazo formar familias ni, seguramente, reproducirse».

Problemas más allá de la falta de comida

En general, añade la investigadora de Funcas, la fractura o distancia entre los más y menos cualificados se agranda y eso plantea un problema de cohesión social que acaba poniendo sobre la mesa conflictos políticos «importantes que hay que manejar», como inquietud, insatisfacción y posibles movilizaciones, ya que «la gente cuando no tiene nada que perder sale a la calle».

De momento, «la situación está contenida y el Estado está haciendo esfuerzos pero sobre todo lo que hay que poner en valor la tarea de las ONGs, que están haciendo una labor esencial».

Al igual que Chuliá, el vicepresidente de la Federación Regional de Asociaciones Vecinales de Madrid (Fravm), Javier Cuenca, explica que a pesar de que el paro «no hace diferencias, los jóvenes tienen en contra que tienen trabajos precarios, contratos muy temporales, que son muy fáciles de despedir o de no renovar. Y los ERTE se alargan en el tiempo».

Colocar un plato sobre la mesa es «la primera necesidad, pero lo puedes sobrellevar porque más o menos siempre hay alguien que te va a dar ayuda alimentaria».

«El otro tipo de gastos son los suministros, hay gente que ha tenido que prescindir de internet, quitar radiadores para no gastar luz y lo que necesitan son tres capas de ropa; mucha gente nos ha pedido ropa de abrigo por ese motivo», cuenta.

Se suma a ello el problema de afrontar el pago de las hipotecas y los alquileres.

«Los servicios sociales existentes antes de la pandemia ya eran débiles en Madrid, no gozaban de buena salud, y los trabajadores sociales se están enfrentando a cosas desconocidas como los ERTE. Hay que seguir reforzando los servicios sociales, a quien corresponda, no vamos a cargar las tintas contra el Ayuntamiento, la Comunidad de Madrid o el Estado, a cada cual lo suyo», subraya Cuenca.

Jéssica, enferma de de cáncer, corta sábanas para fabricar pañales

El vicepresidente de la Fravm preside la asociación ‘La Incolora’, en el barrio madrileño de Villaverde Alto, que está ayudando con los gastos de medicinas (entre 80 y 90 euros al mes) a Jessica, una desempleada de 46 años, sin apoyo familiar y enferma de cáncer.

La asociación vecinal puso en marcha recientemente la iniciativa Incofarmacia, una campaña dirigida a ayudar a personas que se ven obligadas a pagar el 40 % o incluso el 100 % del precio de los medicamentos pese a hallarse en una situación de vulnerabilidad.

A Jessica le diagnosticaron hace dos años un cáncer pulmonar y de colon, que va superando poco a poco, pero lo está pasando «fatal» porque la economía la está ahogando.

Desde que dejó el trabajo hace aproximadamente año y medio no tiene ingresos y ha ido vendiendo sus pertenencias para subsistir. En este momento ya no puede afrontar el pago del alquiler del pequeño piso de Villaverde Alto donde vive y el banco la apremia para cobrar deudas.

Aparte de los fármacos, tampoco le llega para los pañales que necesita (uno de los efectos secundarios de la quimioterapia es la diarrea): «He cortado sábanas para hacer pañales», pero «a veces no tengo ni detergente para lavar».

El casero y una amiga ayudan en lo que pueden con la alimentación, porque hay días en los que no ha tenido ni para comer. «Estoy en el límite, pero estoy sola y no me puedo rendir. En el mundo estamos solos y tengo que salir adelante», afirma Jessica, quien tiene toda su confianza puesta en la solicitud de renta mínima que está a punto de enviar. «Espero que no tarden».

El desgaste de la solidaridad

Sin embargo, cuenta el vicepresidente de la Fravm, para conseguir las ayudas lo primero es una cita y éstas se demoran. «Las administraciones siguen siendo muy lentas, pese al refuerzo de las plantillas. A la vez que ellos elevan el número de trabajadores, exponencialmente también aumentan las peticiones de ayuda».

La pandemia «está durando mucho tiempo y la situación a día de hoy es de desgaste, cansancio y hasta de desgana».

La reacción de las asociaciones vecinales fue «inmediata al inicio, pero la llegada del verano supuso un impasse porque muchas no se sentían con fuerzas para continuar» (muchos voluntarios se reincorporaron a su trabajo y las donaciones comenzaron a flaquear).

«Esto motivó un cambio de estrategias y empezamos a hacer campañas como la de Incofarmacia», comenta el vicepresidente de a Fravm, que advierte de que pese a estas ayudas «la situación, lejos de solucionarse, con el paso de los días se sigue agravando».

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