martes, abril 23, 2024
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Diez joyas de Antonio Vega ajenas a los lugares comunes

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Obviando a las «Chica de ayer», «Lucha de gigantes», «El sitio de mi recreo» y otros lugares comunes de los que él era poco amigo, estas son diez joyas menos gastadas de su producción que hacen que aún duela su pérdida.

– «Atrás»: breve pero briosa pieza de pop rock de la época junto a Nacha Pop con guitarras que nos ponen en carretera, en un territorio de fronteras musicales y huidas hacia delante, con ese «Atrássss» emblemático casi mordido por Vega.

– «Esperando nada»: Recupera a un músico fresco, conectado aún con La Movida bulliciosa y con temas míticos de Nacha Pop como «Una décima de segundo» para, como indica su título, dejarse llevar en una noche infinita de baile, solo o acompañado.

– «Tesoros»: su sello es reconocible desde los primeros acordes de guitarra acústica, a los que se une su voz en una de sus tesituras más celebradas, la del Antonio reflexivo e íntimo.

– «La última montaña»: el tema que curiosamente le seguía en el primer disco en solitario del músico fue este corte sugerente en el que las cuerdas eléctricas dibujan paisajes de arena y libertad y que relativiza sobre un mapa de carretera la dimensión de nuestras ambiciones.

– «Elixir de juventud»: emocionante relato de vidas compartidas, con otra guitarra voladora que alimenta un clímax que se hace esperar pero que, cuando explota, concede la eternidad que promete el título.

– «Tuve que correr»: En los muchos análisis que se hacen de «Se dejaba llevar» como ejercicio de honestidad vital, no debiera pasarse por alto esta confesión cruda y a la vez poética de «tropiezos» y «piedras» en la que Vega canta: «Tomé el sendero sin saber / que me alejaba para no volver».

– «Estaciones»: La voz limpia de Antonio Vega vertebra el corte desde su arranque, prácticamente a capella, y como instrumento principal de una melodía vívida que apuesta por aprovechar esta existencia porque «con hoy es suficiente».

– «Mi hogar en cualquier sitio»: autorretrato irónico con un ritmo chulesco y cadencioso que acompaña esa actitud de quien lo ha perdido todo varias veces para, de repente, un día ver «redimidos todos sus pecados» y volver a estar de nuestro lado.

– «A trabajos forzados»: siempre reivindicado como gran letrista, en esta ocasión prefirió musicar un soneto de Antonio Gala en el que lo que destaca es la construcción de la melodía, con la que guarda toda la hondura de la poesía original y lo acerca a la canción de autor.

– «Ángel de Orión»: el fallecimiento de Marga, su eterna compañera, suscitó esta composición que está entre las favoritas de sus más fieles seguidores, un epitafio brillante que funciona como reflexión sobre la muerte, lejos del pesimismo que le atribuyen quienes lo conocen solo en la distancia.

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