viernes, abril 19, 2024
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Macbeth y Lady Macbeth en el Real: un matrimonio compenetrado

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Ya se sabe que Lady Macbeth era una mujer de armas tomar. Lo malo es que no las tomaba. Más bien se las facilitaba a su marido para que éste culminase la faena. Con este objetivo Macbeth llegó a ser Rey de Escocia, aunque en esta producción lo es sólo de su barrio, liquidando a cualquier competidor o descendiente. Es decir: le tomó afición a eso de matar.

Un matrimonio con este perfil podría definirlo como ideal, ya que, aparte de su mutuo amor, tenían un proyecto en común. El problema es que con esa obsesión por matar y matar, estos cónyuges no podían acabar bien, ya que se rodearon de un numeroso grupo de enemigos.

Con decirles que ella muere en pijama y él en calzoncillos, está dicho todo

Entre estos enemigos destacan los responsables del vestuario en las representaciones que el Teatro Real ha programado durante el mes de Diciembre. Con decirles que ella muere en pijama y él en calzoncillos, está dicho todo.

Estos son algunos pequeños detalles de una extraña dirección escénica debida a Dmitri Tcherniakov, en la cual se mezclan elementos del Siglo XI, con otros propios del Siglo XXI y en especial de principios del XX, por lo cual, con esta combinación, él solito aleja al público de otros aspectos meritorios de la función. Me ha sorprendido, pues Tcherniakov nos obsequió con un magnífico Eugenio Oneguin en pasada temporada. Pero un mal día lo tiene cualquiera.

Pese a todo lo dicho, la música de Verdi sale triunfante. Muy bien servida por el director musical: el joven griego Teodor Courrentzis, que consigue una gran prestación de la Orquesta, así como del Coro. Si existe algún desajuste no es en la música, es en el escenario, en el cual los protagonistas dan cierta impresión de no saber exactamente qué hacer y por ello aparece la siempre arriesgada improvisación.

Si existe algún desajuste no es en la música, es en el escenario

En los papeles principales, el barítono griego Dimitris Tiliakos defiende como puede un Macbeth con los citados calzoncillos y también en frac. Está pidiendo a gritos una túnica, su coronita y el puñal. Tal vez así su actuación sería más valorada. En suma me pareció muy meritoria su labor. En cuanto a Violeta Urmana, muy conocida por el público madrileño, derrocha todo su arte y voluntarismo en llevar a buen fin a la obra. Esto se traduce en determinados episodios en los cuales, ella no pide algo a gritos, directamente los da. Esto no desmerece una presencia siempre grata en el Real.

Acabo con un ruego al Señor Mortier, Director Artístico del Teatro: ¿Sería posible una versión en concierto de este mismo Macbeth? Me encantaría.

Concha Carbajo

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