-Yo siempre admiré a Onetti, desde que leí sus primeros cuentos en los años sesenta, cuando era muy difícil conseguir sus libros, porque, como tú sabes, sus obras estaban publicadas en editoriales que tenían una irradiación pequeña. Pedí, entonces, ayuda a Carlos Martínez Moreno y Ángel Rama, y de esa manera pude leer más cosas de Onetti. Y quedé convencido de que era un gran escritor, un gran novelista y un gran cuestista. Y que su mundo era muy original, muy moderno y, al mismo tiempo, desgradaciadamente, poco conocido en el ámbito latinoamericano y de la lengua española.

-¿De qué manera frecuentaste su obra, leyéndole de esa manera?

-Yo siempre había tenido la tentación de leer su obra de principio a fin, porque me parecía que, a diferencia de otros autores que pueden leerse sin continuidad del resto de la obra, en Onetti, por el carácter compacto y por los grandes denominadores comunes que van de una obra a otra, seguramente ganaba mucho haciéndolo de esa forma. Y, en efecto, así sucede.

-Finalmente, lograste leerle de esa forma.

-Sí, pues se me presentó esta oportunidad cuando me invitaron a dictar un curso en la Universisdad de Georgetown; elegí a Onetti y dicté un semestre. Tuve la suerte de tener unos alumnos que se interesaron muchísimo con los cuentos y novelas de Onetti. Entonces lo leí de corrido, de principio a fin, y la experiencia fue extraordinaria. Ganaba mucho, como suponía, leído de este modo, porque las obras entre sí se enriquecen mutuamente.

-¿Así nació tu libro onettiano?

-Tomé muchas notas, y, al fin, el libro El viaje a la ficción, es, en efecto, el resultado de esa experiencia. Pocas veces la he pasado tan bien escribiendo este ensayo y releyendo a Onetti. Desde luego, estoy más convencido que nunca de que es uno de los grandes escritores contemporáneos. Creo que es al primero de nuestra lengua que se le puede llamar «moderno».

-¿Puedes extenderte en ello?

-Cuando él comenzó a publicar sus primeros textos la literatura latinoamericana estaba en un estadio regionalista (había excepciones, claro, como Roberto Artl, Borges), pero él era diferente. Era un escritor que había leído a los escritores renovadores, como Proust, como Joyce, como Celine, que era muy poco leído. A estos escritores, y después, sobre todo a Faulkner, los asimila de una manera muy creativa, y con ese bagaje, expresa su propia visión del mundo, sus temas y sus obsesiones.

-Pero, hay, asimismo, un aspecto relacionado con la técnica narrativa que le ayuda…

-Sí, es uno de los primeros escritores latinoamericanos que comprende que no son los temas, sino el tratamiento de los temas, lo que determina la riqueza o la pobreza de una obra literaria. Y él, aprovechando el ejemplo de las buenas lecturas, utiliza una técnica para desarrollarse. Y así escribe varias obras que son notables. Una obra maestra novelesca es, sin duda, La vida breve; y algunos de sus cuentos son obras maestras en sí mismas, con derecho a figurar entre los mejores cuentos que se han escrito jamás, como El infierno tan temido y Bienvenido, Bob.

-¿Es un maestro de la literatura moderna?

-Creo que hay muchísimas razones para considerar a Onetti un gran escritor, y, por ello, debemos hacer lo posible para que sea más leído de lo que es. Desde luego, en el mundo literario, en el mundo intelectual, hay un reconocimiento ya muy justo, pero creo que es necesario que gane más lectores, porque es uno de los grandes autores de nuestro tiempo. Estoy convencido de que es uno de esos escritores que va a pasar ese examen definitivo que es la prueba del tiempo.