viernes, abril 19, 2024
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¿Por qué los mejores artistas de la historia estaban “locos”?

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Exponemos por qué hay una relación directa entre las enfermedades mentales, la creatividad y la producción artística; mostramos ejemplos de pintores y escritores que como consecuencia de su personalidad psicótica, maniática o depresiva produjeron las mejores obras de la historia; de cómo el uso de drogas ha condicionado la vida y arte de los creadores; y de los arquetipos o aspectos comunes del inconsciente colectivo que se han repetido en la pintura a lo largo de la historia.

El ingenio y la locura han estado relacionados desde el comienzo de la creación y las relaciones entre hombres y mujeres. En el arte han destacado personalidades que no estaban del todo adaptadas a la sociedad en la que vivían, que eran diferentes y su razón y acción no discurrían por la misma senda que la del resto.

La creatividad es una de las fuentes de la que bebe toda creación, y generalmente la posee una persona desde que nace, es decir, la lleva en los genes. Aún así, hay veces que la creatividad se desencadena como consecuencia de un infarto cerebral, y, además, se ha descubierto que las personas que sufren psicosis cuentan con una necesidad de generar símbolos relacionados con lo que les pasa o a su sufrimiento.

Neurólogos afirman que los momentos de inspiración de los artistas se parecen a los “estados hipomaníacos”, que vienen a ser estados maniáticos menos intensos, y que en los momentos de derrumbe psicótico en los que se originan delirios o alucinaciones los sujetos dejan de ser creativos. Es más, existe un acuerdo generalizado de que “la alienación mental no permite ningún tipo de creación”.

El arte está relacionado con la expresión de nuestros sentimientos. La RAE lo define como la “manifestación de la actividad humana mediante la cual se interpreta lo real o se plasma lo imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros”. Podemos decir entonces que el artista tiene la necesidad de mandar un mensaje sobre el mundo, ya sea del que habita en su interior o del exterior, y que en muchos casos este mensaje surge por su disconformidad con lo que le rodea.

La depresión ha sido considerada como un factor positivo para los creadores, sin embargo, éstos encuentran en ella una transformación de su arte más que una intensificación, y cuando les asola la denominada “tristemanía” sus obras quedan “inundadas de vivencias mortificantes, negras y desoladas” (Díaz, 2013).

Van Gogh tuvo su primer episodio psicótico por el año 1888, y es desde este momento hasta 1890 cuando pinta más cuadros que en todos los años anteriores y su estilo se transforma. El pintor de “El grito” (Münch) dijo una vez: “no pinto lo que veo, sino lo que vi”, refiriéndose a su sufrimiento por la agonía que padeció su madre hasta la muerte.

“El proceso creativo es una simbolizada lucha por la vida, donde lo neurótico queda emplazado a la forma que cada ser humano resuelve o no estos pasos de la vida” (Díaz, 2013).

Dicen que la incertidumbre y la angustia fomentan la creación, al igual que la necesidad o pobreza agudizan el ingenio. Y es el escape que los artistas encuentran en el arte lo que a su vez los apacigua, pues el arte tiene una función terapéutica que ha sido probada en hospitales psiquiátricos a través de la “arteterapia”.

Es habitual la relación del ser humano con el sufrimiento y existen enfermedades mentales, como la esquizofrenia, caracterizadas por otorgarle al individuo que la padece una distorsión de la realidad y síntomas como alucinaciones, delirios o trastornos del pensamiento y del movimiento, tales como los que padecieron Van Gogh, Goya o Rimbaud, entre otros.

La neurología ha descubierto que la creatividad de los artistas esquizofrénicos se ve incrementada cuando la enfermedad se desarrolla y que las facultades que los empujan, por ejemplo, a pintar o escribir están presentes en su personalidad antes de que surgiese la misma.

Es cierto que el ambiente, la genética y la estructura y función del cerebro determinan este trastorno disociativo, que en muchos casos surge (sobre todo en la actualidad) por el consumo de drogas, a las cuales acuden estos sujetos para compensar sus traumas o vacíos existenciales.

“El arte es una escapatoria a ese vacío donde habitaron un día los dioses, que es el fundamento del espíritu”, según el escritor Manuel Vicent.

Estudios afirman que un escritor tiene dos veces más probabilidades de suicidarse que un individuo normal, dedicado a labores manuales o no creativas, y que los artistas cuentan una estructura genética que los hace más sensibles.

Notables artistas como Hemingway, Kurt Cobain o Jimmy Hendrix se suicidaron porque se les notificó alguna enfermedad, por frustración, traumas, en momentos de mayor creatividad o a causa de vivir aceleradamente.

Artistas que “se volvieron locos” y el consumo de drogas

Nietzsche, Van Gogh y Goya se asomaron a su interior y fueron considerados como locos por la sociedad de su época. Se cree que el primero perdió la razón durante diez años hasta su muerte en 1900 cuando vio cómo un cochero apaleaba a un caballo en Turín, al que abrazó mientras lloraba desconsoladamente; el segundo se cortó un lóbulo o la oreja izquierda entera una noche de diciembre y la entregó en un burdel a una prostituta para regalársela a su amigo y pintor Gauguin, aunque otras teorías señalan a este último como responsable de habérsela cortado con una espada de esgrima durante una discusión por su traslado de la ciudad de Arlés; y es probable que Goya huyese de su casa porque empezó a escuchar a sus pinturas.

En relación con lo anterior y al uso de estupefacientes es interesante destacar que Nietzsche escribió gran parte de su libro Así hablo Zaratustra fumando marihuana, que Van Gogh posiblemente padecía esquizofrenia paranoide, lo que le inducía a la negación de su cuerpo, y que cuando Goya pintó El Aquelarre estaba sordo, vivía a base de alcohol y es posible que el delirium tremens provocado por la bebida creara en su imaginación esos animales monstruosos que veía por las paredes. En un grabado de la serie Los Caprichos, Goya apuntó que “el sueño de la razón produce monstruos”, y que la pérdida de ésta es la “madre de las artes y origen de las maravillas”.

Dicho esto y cerrando el tema de las drogas en el arte, hemos de aclarar que no es solo la genética del consumidor, sino su uso e intenciones, lo que condiciona su porvenir, pues según el recién difunto filósofo Antonio Escohotado en una entrevista, Goya, Goethe, Bismarck y Wagner tomaban opio regularmente y aun así pasaron a la historia gracias su peculiar personalidad y su contribución al progreso de la humanidad.   

Arquetipos de la locura en la pintura

El inconsciente colectivo humano se plasma en las obras de arte. Existen en la pintura elementos propios de la psicosis maniático-depresiva o trastorno bipolar, como son la “esqueletomaquia”, según investigadores. Es habitual que los “locos” artistas pinten ramas moviéndose, tormentas, ángeles, demonios y un universo “místico trascendental” (como Goya).

También es característica la temática de máquinas, las figuras de caracol asociadas al “retorcimiento de del tiempo y espacio”, los colores oscuros y chillones (propios de estados maníacos). Se cree que la representación de monstruos y colores oscuros estadísticamente están relacionados con actitudes de intentos de suicidio.

En el cuadro de El Bosco el Jardín de las Delicias se muestra cómo los humanos que pecan van al infierno, y en La extracción de la piedra de la locura el autor trata temas que no pueden hablarse en la calle, pues representa la estupidez existente en el siglo XV a través de un personaje de la literatura holandesa llamado Lubertas, a quien le quitan una piedra del cerebro que supuestamente producía la locura. El Bosco pinta además un fraile que bebe demasiado y desvaría, un libro que no es leído y un embudo que alude a la pérdida de creatividad.

Otros detalles comunes entre los artistas que atravesaron baches psicológicos tienen que ver con la “disolución del yo, la mirada paranoica y la negación del cuerpo”. También con la pintura de calaveras y el uso del color rojo (color del psicópata).

Muchos de los artistas que sufrieron trastornos en su personalidad ingresaron voluntariamente en psiquiátricos. De hecho, el Hospital de Ciempozuelos de Madrid recoge un inventario de obras elaboradas por individuos diagnosticados como enfermos mentales, como Carlos González Rangel, Ramón Ramírez Quirón, Alejandro Sanz Moreno y Casimiro, alias “Luzbel”, entre otros.

Complejidades emocionales para los “normales”

Vemos cómo las enfermedades mentales, la creatividad y el arte están de alguna forma entrelazados y en ocasiones esta relación ha originado obras que fueron desprestigiadas cuando se realizaron pero que en la actualidad suponen uno de los mayores logros de la representación de sentimientos primitivos y de la psicología.

La pregunta es: ¿cómo una persona “normal”, sin esquizofrenia o cualquier manía, es capaz de emocionarse con un cuadro de Van Gogh, Goya, El Bosco o Münch; con escritos de Allan Poe, Virginia Wolff, Cervantes o André Breton; o con la música de Schuman, Mozart, Hendrix o Nick Drake?

La respuesta, según los estudios relativos al tema, sugieren que es porque apelan a sentimientos primitivos y al inconsciente colectivo humano.

Por otra parte, de cara a los artistas descritos, quizás la humanidad, entendida como esa relación constante entre el individuo y la política (entendida como la discusión ideológica de lo que nos pasa en la vida) nos vuelve locos. Y quizás, no es hasta cien o doscientos años después cuando intelectuales (que en muchos casos desconocen el contexto y el proceso creativo de muchas obras) deciden que tal artista era un genio.

Pero también es probable que no sean estas obras más que una manifestación de ciertas vivencias y traumas de personas que quisieron expresar algo en un momento determinado, que no supieron hacerlo de otra manera que, a través del arte, y que más tarde (hoy) un grupo de marchantes las impusieron como creaciones de obligado cumplimiento.

El problema de esta última hipótesis es que desterraría todo el arte y la cultura contemporánea, sobre todo aquellas creaciones que no se basan en la representación de formas objetivas y que se inspiran en lo abstracto de la realidad y en lo que está oculto, en lo esotérico, en lo que no vemos.

Por lo tanto, quizás lo más inteligente es que sigamos impresionándonos con los regalos tan sinceros que nuestros antepasados compartieron con nosotros nacidos de su creatividad.

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