Degradación y putrefacción (segunda parte)
Esto es un no parar. Cada día que pasa hay un nuevo escándalo, nuevas revelaciones de cómo de intrincada estaba la trama de corrupción en el PSOE, nuevas grabaciones que apuntillan más a un presidente que ya está muerto.
Como en la película de “Los otros”, el Presidente y sus más cercanos colaboradores están ya muertos políticamente. Intentan ofrecer señales de vida, muestras de que su corazón late, pero han muerto ya con el caso Santos Cerdán.
Sánchez lleva días desaparecido de la agenda pública, cancelando asistencia a actos previamente comprometidos, reuniéndose secretamente con sus más íntimos, y el motivo no es otro que intentar capear lo que tienen encima, eso sí, con la gran ventaja que les da saber que sus socios parlamentarios nunca van a estar mejor que ahora con un presidente muerto.
Sánchez, una vez que han caído las últimas barreras defensivas, los últimos cortafuegos, ya solo está a expensas de la publicación de unas grabaciones o un informe policial, sobre dos temas muy concretos: la financiación del partido o la implicación acreditada de su mujer en comisiones y negocios turbios. Una sola noticia que acreditase cualquiera de estas dos circunstancias, sería el remate final a esta desdichada etapa de la historia de España.
Y a esto se ha llegado porque la Degradación ya lo invade todo: la degradación moral, como marca propia e indeleble de la forma de ser y de gobernar de Sánchez, la degradación institucional, caracterizada por la colonización absoluta del Estado y el ataque sistemático a la independencia judicial, y la degradación nacional, cuyo máximo exponente es, que un día si y otro también, se muestra a España como un país con un gobierno y un presidente corrupto en la prensa internacional, solo sostenido precisamente por los enemigos de los intereses nacionales de los españoles.
Lo que queda por delante no es sino una lenta y dolorosa agonía. Cada día será una nueva revelación, cada declaración en el juzgado será un debilitamiento mayor, y cada nuevo informe policial que aporte nuevas pruebas, un nuevo clavo en su ataúd.
Yo soy de los que piensa que en las próximas semanas Sánchez caerá porque por mucho Manual de resistencia que siga exprimiendo, la situación ya es insostenible.
La salida a esta situación solo pasa por dos opciones, una vez descartada la preferida por Sánchez que sería aguantar, que los españoles disfruten del verano y que los socios sigan sosteniéndole, aunque sea a cambio de pactos inasumibles para la ciudadanía española.
Las dos únicas salidas que tiene Sánchez serían en mi opinión: su dimisión y disolución de las Cortes, y la investidura de un nuevo o una nueva socialista como presidente de gobierno.
En primer lugar, su dimisión y convocatoria de elecciones es la salida más democrática, la más pura y la propia de los estados democráticos occidentales. Si hace dos años se formó un gobierno encabezado por quien había perdido las elecciones (una anomalía en nuestra historia), apoyándose en los enemigos de España a cambio de pactos inconfesables (la gran corrupción ética, moral y política de la época), sin ningún objetivo y ningún programa para sacar adelante, ahora es el momento en que mejor se manifiesta que ese experimento ha fracasado.
La situación política ha confirmado que este gobierno nació muerto y que le ha sido imposible hacer unos presupuestos con un programa de gobierno. Y no meto en esta ecuación el afloramiento de la corrupción, lo cual hace que necesariamente los españoles tengan que hablar sobre todo lo sucedido, y sobre sus deseos para el futuro. Insisto, esto sería lo propio de los regímenes democráticos.
La segunda opción que podría explorar Sánchez es la investidura de un socialista. Sobre esto, mucho se está elucubrando en la prensa, y parece que Illa sería el elegido pues está bien visto por sanchistas y por socialistas clásicos. Además, es el socialista que más poder territorial tiene, y es una persona que no despierta tanto rechazo.
El gran problema que yo veo en este caso es que Illa fue el ministro de Sanidad en el despiporre y barra libre de contratación que supuso la Pandemia en el Gobierno de España. De hecho, la denuncia de la que partió toda esta denuncia e investigación de corrupción, la presentada por el Grupo Popular de la Asamblea de Madrid, se dirigía a denunciar la contratación muy sospechosa de material sanitario en el Ministerio de Sanidad de Illa.
Por tanto, poco avanzaremos en limpieza y honestidad pública, si cuando todo lo que está saliendo a la opinión pública, nació de las sospechosas adjudicaciones multimillonarias de Illa al frente de Sanidad.
También habría la posibilidad de proponer la investidura de una mujer, la primera mujer presidenta del gobierno de la Historia, aunque con el problema de que todas las colaboradoras más cercanas de Sánchez, están ahora mismo profundamente manchadas por la corrupción.
En cualquier caso, esta sería una manera de alargar la agonía, pero que aseguraría cobertura legal, y de los abogados del Estado, a los imputados de hoy y de mañana del PSOE y de la familia Sánchez. Y a eso Sánchez no quiere renunciar: así de patética es la actual situación.
Por todo ello, la única solución es que los españoles hablen, en libertad y sin tapujos. A final de cuentas, qué es la democracia, la mejor manera de gobierno posible, sino la voz del pueblo.