Un túnel de placer

Les presento un nuevo relato de un lector de estas Memorias de un Libertino. Nos lo remite una persona que se hace llamar ‘Húmedo y caliente’, al que agradezco, sinceramente, su colaboración por lo que significa de enriquecimiento de la sección. Espero que lo disfruten. Es ya su tercer relato.

Un túnel de placer

Nicole era mi amante desde hacía años. No es que no estuviera satisfecho con las relaciones que mantenía con mi mujer, es que había ciertas parcelas del universo sexual que ella no estaba dispuesta a explorar.

Nicole era una mujer madura. Hacía deporte de manera regular, cuidaba su alimentación y solía tomar el sol en su terraza solárium. Su cuerpo era firme. Sus pechos y nalgas duras. Sus piernas dos columnas torneadas. Sus labios las puertas del deseo.

Siempre quedábamos en su casa. Cuando yo llegaba, ella solía estar relajándose en un baño repleto de espuma. Me desnudaba frente a ella. Me miraba. Yo tenía un cuerpo aceptablemente atlético. Y me metía en el agua. 

Nicole era una excelente conversadora. Durante el baño, acariciándonos uno al otro hablábamos de las novedades de la vida desde nuestro último encuentro. Ella siempre terminaba diciendo:

- ¿Sabes?, tengo algo para ti que te va a encantar. - Salimos de la bañera, nos secamos y nos dispusimos a gozar.

Entramos en su habitación. En esta ocasión tenía preparados varios cuencos con aceite perfumado distribuidos alrededor de la cama. Su cuarto estaba tenuemente iluminado y perfumado. De rodillas sobre el lecho, uno frente a otro, comenzó a untarme con el líquido oloroso. El pecho, los bazos, las piernas, el escroto. Cogió un pequeño cuenco que estaba sobre una vela y lo derramó sobre la punta de mi verga erecta. Me estremecí en una mezcla de dolor y placer. Me miró a los ojos con expresión lujuriosa. Tomó mi miembro y lo frotó. Sus manos me recorrían arriba y abajo resbalando sobre mi piel.

Luego llegó mi turno y la unté con excitación. Me detuve en su pecho. Lo apreté entre mis manos. Manoseaba todo su volumen mientras escuchaba sus suspiros de placer. Pellizcaba sus pezones que se resbalaban entre los dedos. Me agarré a sus nalgas. La apreté contra mí. Mi miembro en erección se colaba entre sus piernas que ella movía en una suerte de masturbación con los muslos. Abrazados, frotaba su cuerpo contra el mío.

Se separó de mí sin dejar de mirarme a los ojos con esa sonrisa pícara que anunciaba que algo excitante iba a suceder. Volvió a derramar aceite caliente sobre mi pene. Vertió el resto del contenido del cacito sobre su mano. Se dio la vuelta. A cuatro patas untó con el óleo el centro de sus nalgas y los labios de su vagina. Me miró. Sin duda estaba preparada para mí.

La tome entre mis manos por detrás. Me aproximé. Su trasero estaba brillante de aceite. Sus pechos colgaban de su cuerpo. Giraba su rostro hacia mí. Me miraba con cara de máxima excitación. La tenue luz daba un tono especialmente dorado a su piel. En sus ojos había un reto. ¿Qué quería Nicole? ¿Qué fantasía inundaba su mente?

Su mirada en mi mirada. Sus pechos sobre la sábana. Su trasero expuesto ante mí. El deseo en sus ojos. Me acerqué más. Deslicé mis manos por sus costados hasta alcanzar sus pechos. Los apreté entre mis manos. Dirigí mi pene con la cadera. Estaba especialmente duro después de la excitante quemazón. Me moría de placer solo de ver a Nicole ofreciéndose ante a mí. Tomé el camino más angosto. Apreté con fuerza. Mi pene se deslizó. Comencé a moverme por su estrecho pasillo de placer. Nicole me sonrió. Dejó de mirarme. Se concentró en sus sensaciones. Entreabrió sus sensuales labios y expulso un gemido de placer.

Continué moviéndome. Me estrellaba contra sus nalgas. Una y otra vez. Una y otra vez. Gemíamos de puro gusto. El extremo de mi miembro se encontraba prisionero en una cárcel de placer. Estallé. La presión sobre mi verga me hizo sentir un orgasmo que jamás había sentido. Escupí todo mi semen en su interior. Acababa de atravesar un túnel de sensaciones desconocido para mí.

Salí de su cuerpo. Nicole se tumbó frente a mí. Me ofreció su vagina y comencé a lamerle el clítoris hasta que harta de placer me retiró amorosamente con sus manos. Volvimos a la bañera. La recogí entre mis brazos y dormitamos durante horas. Después me fui.

¿Qué prepararía Nicole para nuestro próximo encuentro?


 

Estas memorias están teniendo, afortunadamente, una gran aceptación entre los lectores. Lo demuestran el gran número de visitas que tiene semana tras semana y los comentarios que recibe. Por eso, de acuerdo con la dirección de Estrella Digital, he pensado realizar, dentro de la sección, un Experimento sexual: quiero que los lectores de ‘Memorias de un Libertino’ puedan publicar también sus relatos.  Sus sueños. Sus experiencias. Sus deseos ocultos.

El tema erótico será libre. Sólo pido que el texto no sea mucho más de un folio de extensión y que mantenga un mínimo de buen gusto. Se podrán firmar con seudónimo y se respetará el máximo de discreción. Tanto se respetará que los relatos NO deberán enviarse a la redacción de Estrella Digital sino a tiberio49@gmail.com Este es un correo creado, especialmente, para recibirlos y para que sirva también para aclarar cualquier duda o consulta.

Por supuesto, si alguien lo solicita, puedo también ayudarle literariamente a mejorar su texto.

Esperamos recibir muchos relatos.

Memorias de un libertino