Un golpe durísimo para la Monarquía
La gran crisis institucional y política que aqueja a nuestro país se ve muy agravada con la imputación de la infanta Cristina por el juez Castro y la Monarquía sufre un golpe durísimo del que vamos a ver si se recupera. La decisión judicial ocurre unas horas después de la penosa presencia del Rey en la pascua militar, algo que debería haber sido evitado y que ha traído las consecuencias contrarias a las que se pretendían. Me duele ver a don Juan Carlos en esta encrucijada pues yo no soy de los que han olvidado sus servicios a la democracia sobre todo en la instauración de la misma y en el intento de golpe de Estado del 23-F.
Es claro que estética, ética y políticamente la infanta ya no tiene salvación posible
Lo de menos es ahora que la Audiencia de Palma revoque o no la imputación con argumentos jurídicos veraces o inducidos. No creo que lo más importante sea la demostración judicial de la existencia de los delitos fiscales o de blanqueo de capitales. Con demostración o no, es claro que estética, ética y políticamente la infanta ya no tiene salvación posible. Y encuentro ridículos los intentos de salvarla evitando la imputación o esperando su absolución.
Cuando escribo esta columna no se ha producido ese mínimum de la renuncia de la infanta a sus derechos sucesorios ni se atisba una intención regia de abdicar a favor de don Felipe, desde hace años preparado de sobra para el papel que le espera, abdicación para cuya demora no existe ya ninguna razón de peso. Quizá este país necesitase una gran decisión en ese sentido, y más teniendo en cuenta los negros nubarrones que sobre él se ciernen: la crisis económica, el hundimiento de la credibilidad de la clase política, la masiva corrupción dentro de los poderes, la ineptitud en el desenlace final del terrorismo y en el desafío independentista catalán, la estrafalaria y atroz ley Gallardón, que viene detrás de las no menos nefastas leyes Wert y Fernández. El negrísimo panorama no se suaviza ni siquiera con esos datos económicos y laborales que tanto utiliza ahora el Gobierno en su prédica sobre la pretendida recuperación, pues los leves atisbos sobre la misma son de momento del todo insuficientes.