Se acabó el poli malo

Parecía, a primera vista, que la cuenta del legislador Eric Cantor en Twitter había sido pirateada por alguien agradable.

En los últimos días, el extravagantemente combativo líder de la mayoría en la Cámara ha estado tuiteando un verdadero muestrario de perlas bipartidistas.

21 de septiembre: "La gente no espera que Republicanos y Demócratas convengan en todo, pero sí que esperan que superemos nuestras diferencias y que trabajemos juntos".

16 de septiembre: "Las buenas personas pueden mantener discrepancias honestas sin que se les cuestionen sus valores morales ni su defensa del país".

13 de septiembre: "Hemos de trabajar juntos hacia la solución que satisfaga los desafíos a los que se enfrenta nuestro país hoy".

12 de septiembre: "Vamos a intentar y vamos a rebajar el alcance de las rencillas en Washington y centrarnos en lo que podemos hacer juntos para fomentar esta economía y crear empleo".

Y eso es sólo un aperitivo.

Pero no es un caso de pirateo malicioso (ni, en este caso, generoso). Tras uno de los veranos políticos más desagradables que Washington ha visto, los Republicanos, examinando los sondeos que muestran que los votantes están todavía más indignados con ellos que con el Presidente Obama, han decidido intentar el enfoque del poli bueno, de palabra y de obra (puntual).

Acceden a tramitar legislaciones que conservan abierta la Agencia Federal de la Aviación, abandonando los capítulos polémicos que condujeron a la clausura parcial de la instancia este verano. Evitaron otro enfrentamiento ampliando el gasto en infraestructuras sin derogar el impuesto federal de los combustibles, una prioridad del movimiento de protesta fiscal tea party. El jueves, los Republicanos del Senado cedían a las pretensiones del Presidente Obama y tramitaban un proyecto de ley de apoyo al empresario que despeja el terreno a la implantación de nuevos acuerdos comerciales.

Esto no se traduce en que hayamos entrado en una era nueva de armonía en la capital; los Republicanos siguen siendo contrarios sin reservas a cualquier nuevo impuesto para reducir la deuda pública. Y los líderes Republicanos sólo pueden llevar la contraria a sus electores hasta cierto punto. Después de que los conservadores tumbaran el miércoles la legislación de los líderes Republicanos que conservará funcionando el estado los dos próximos meses, el presidente de la Cámara John Boehner intentaba negociar con Nancy Pelosi con la esperanza de garantizar los votos Demócratas para tramitar la ley de gasto. Pero Boehner perdió su temple y decidía en su lugar apaciguar a los conservadores recalcitrantes.

Aun así, el giro de tono demuestra que los Republicanos han decidido seleccionar los frentes, una respuesta sensata al rechazo que sienten los estadounidenses al contemplar la política arriesgada de este verano con motivo del techo de la deuda.

Los Republicanos parecen estar siguiendo el consejo de estrategas como Bill McInturff, un experto Republicano en sondeos que, en un memorando reciente leído de forma generalizada, advierte de que la parálisis de la deuda está pasando factura a la confianza del consumidor tanto como la crisis de los rehenes iraníes, el colapso de Lehman Brothers y el huracán Katrina.

"La percepción de la forma en que gestiona Washington la negociación del techo de la deuda condujo al colapso inmediato de la confianza en la administración pública y en todos los jugadores importantes, incluyendo al Presidente Obama y a los congresistas Republicanos", escribe McInturff. Añade que "esta brusca caída en la confianza del consumidor es la consecuencia directa de la falta de confianza en nuestro sistema político y sus líderes".

Temiendo que los votantes castiguen probablemente a todos los legisladores en ejercicio -- no solamente a Obama -- los Republicanos han suavizado sus formas en septiembre, al mismo tiempo incluso que Obama ha endurecido las suyas. "Existe un amplio reconocimiento en el Capitolio de que la gente está frustrada con Washington y que quiere resultados", reconoce el portavoz de Cantor, Brad Dayspring.

El experimento de conciliación de los Republicanos ha sido apoyado por el líder de la mayoría en el Senado Harry Reid, que viene planteando cuestiones -- la reforma de patentes, los acuerdos comerciales y las infraestructuras de transporte -- que desde el principio cuentan con el apoyo bipartidista. Pero los Demócratas también dicen que hay cierta reivindicación en el nuevo enfoque. En palabras de un becario de la cúpula Demócrata: "Están eligiendo mejor sus batallas para no quedar como (taco) integrales".

Desde luego es un cambio de tono. La pregunta es cuánto contenido viene con el nuevo cálculo. Tras el discurso de Obama al Congreso acerca de la creación de empleo, Boehner replicó con el mensaje conciliador de que "es nuestro deseo trabajar con usted para encontrar denominadores comunes".

A la mañana después de que sus congresistas conservadores tumbaran la legislación que asigna recursos para mantener en marcha el estado, Boehner salía a la palestra a tranquilizar a los estadounidenses: "Escuchad, no hay amenaza de clausura de la actividad pública. Vamos a quitarnos esto de en medio".

En privado, los Demócratas también piensan así. Y aunque la ley de empleo de Obama no tiene ninguna posibilidad de trámite (hasta muchos Demócratas están poniendo reparos a sus subidas fiscales), tiene muchas posibilidades de que los Republicanos convengan con la idea de ampliar el recorte de las retenciones y con la desgravación de la contratación de veteranos incapacitados.

"Nos queremos unir a nuestros colegas del otro hemiciclo del pleno para descubrir vías en las que estamos de acuerdo y garantizar que la economía estadounidense triunfa", anunciaba Eric Cantor en Twitter.

Bien dicho. Pero ¿pondrán los Republicanos en práctica lo que tuitean?

 

Dana Milbank