Realidad sin demagogia
Se achaca continuamente al Gobierno la inacción y la falta de actividad para gobernar adecuadamente la crisis, y cuando el Gobierno adopta medidas contundentes para reformar las estructuras más inadecuadas del Estado, aparecen automáticamente los detractores de siempre mostrando su indignación por la mala situación y las dramáticas consecuencias que el gobierno provoca.
Es más fácil hacerlo cuando la realidad insiste en ser adversa, como en el caso del desempleo. Es fácil criticar y anunciar más y más catástrofes, pero al mismo tiempo se protesta porque no se ve clara una hoja de ruta adecuada para salir de la crisis. Si se toman decisiones, porque se toman; si no, porque no.
El adelgazamiento administrativo y la racionalización del gasto tienen efectos colaterales indeseados
Las cifras conocidas del paro reflejan la restructuración que las comunidades autónomas y sus administraciones han tenido que hacer para intentar cumplir los compromisos de déficit. El adelgazamiento administrativo y la racionalización del gasto tienen efectos colaterales indeseados, que son parte importante del incremento del desempleo. Rajoy consiguió un acuerdo memorable en el edificio del Senado entre todos los gobiernos autonómicos para afrontar con decisión los ajustes demandados tanto por la realidad tal y como esta es, como por los socios europeos que nos miran con inusitada atención. Los efectos que ahora vemos desdibujan la importancia de los cambios que se anunciaron, pero estos no sólo son necesarios sino que resultan indispensables.
Ahora es preciso también asegurar a quienes gobiernan las instituciones europeas, de quienes dependemos en gran medida, la confianza que solicitamos como país, y que el Gobierno administra con las competencias que le son propias. Y no ayuda en nada a conseguirla el desvarío nacionalista catalán o la falta de rigor de la oposición, la misma que en su día, entonces gobernando, se apresuró a reformar nada menos que la Constitución para acceder a las exigencias de confianza y seguridad que instituciones y mercados internacionales nos exigían, y que hoy se apunta a la crítica facilona cuando nos hayamos en medio de la tormenta pero con el rumbo asegurado.
De nada vale lamentarse y menos aún negar la realidad. El Presidente Rajoy ha anunciado que en 2014 volverá la senda del crecimiento y que hasta entonces hay que asumir la realidad tal y como es, y profundizar en las reformas y cambios que esa misma realidad demanda sin detenerse a estudiar conveniencias o intereses particulares.
No hay análisis posible de la situación que se haga con un ojo puesto en el electorado y con la demagogia en el discurso. España necesita mayor responsabilidad y afrontar lo que sucede con la entereza y la decisión con que lo hace el Gobierno.
Editorial Estrella